Llegamos hoy al séptimo y último de los tópicos sociales imperantes, que considero necesario revisar de forma crítica para afrontar, en diálogo con vosotros, un modelo de atención humana y espiritual, especialmente para nuestros mayores y enfermos.
LA
JUVENILIZACIÓN SOCIAL Los medios de comunicación nos han logrado convencer que
es lo único bueno y valioso. Y no es verdad. Todos hemos sido jóvenes y sabemos
de los sueños, de las ilusiones, expectativas y proyectos que se tienen en esa
época. También de las inquietudes, preocupaciones, penalidades, luchas que hay
que librar para abrirse camino. Todas las etapas de la vida tienen su cara y su
cruz. Todo depende de cómo se sepa uno situar en ella.
Es necesario,
por tanto, abrazar la etapa que te toca vivir. Aceptar quién eres y gozar de
ello. Encontrar lo que hay de bueno, de verdadero y de hermoso en tu vida tal
como es ahora. Cuando uno añora el deseo de volver a ser joven, en definitiva,
es porque su vida sigue estando insatisfecha, no se ha sentido realizada, no
han encontrado sentido. Porque si uno ha encontrado sentido a su vida, no
quiere volver atrás. Desea seguir creciendo, madurando, ver más y con mayor
profundidad. Por otra parte, si luchas contra el envejecimiento, vas a ser
siempre infeliz porque te va a llegar en todo caso (Mitch Albom, “martes con mi
viejo profesor”, Ed. Maeva, Madrid 2000).
A la luz
de todo esto, me gustaría expresarte, aun a riesgo de equivocarme, cuáles son
las convicciones de las que parto a la hora de diseñar un proyecto coherente y
realista para las «personas mayores, jubiladas o enfermas» en nuestra Diócesis:
1.
Necesidad de afrontar de cara y sin eufemismos la
última etapa de su vida que no significa renunciar a seguir siendo y sentirse
verdaderamente hombres y mujeres creyentes. No circunscribir tampoco la
jubilación al puro ámbito laboral o profesional (quehacer).
2.
Importancia de que haya hombres y mujeres ancianos en
todas nuestras comunidades cristianas que sean signo creíble, referencia,
testigos silenciosos de los grandes valores que conforman la vida: gratuidad,
fidelidad, disponibilidad, fraternidad, servicio (oblación total), etc.
La semana
que viene te ofreceré mi tercera convicción.
+ Ángel
Pérez Pueyo,
Obispo de Barbastro-Monzón
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