Miraba a mi hija...
Observé un ser concebido para la tierra, exclusivo de este mundo y para él.
Alguien había estado detrás de su biología humana; Alguien había pensado con
detenimiento en el cómo (forma), en el qué (persona) y en el cuándo, debía ser.
Sí, Alguien un día
en la “mitad de su Alfa”, decidió nuestra
peculiar anatomía terrestre... Y entonces vi una hormiga que se paseaba por la cocina,
ella también era especial, perfecta en su especie.
Miré las manos de
la niña, tenía cinco dedos en cada una, y después lo hice con la hormiga, ella caminaba
con seis “brazos” sin dedos... ¡Madre mía, se Le ocurrió así! Miles de millones
de seres diferentes vivían en armonía con la tierra... Suprema diversidad desbordada.
La noche y el día,
la lluvia y el sol, el aire y el agua, los sentidos, el instinto y los dones...
Hasta el color fue pensado en cada ser, por precaución, por ubicación... Los “colores” del alma, como el de mi
hija, solo para el hombre...
Y el mundo giraba a
465 km/s y ella insensible, hacía y hacía hasta descansar cuerpo y mente... Horas
y estaciones precisas que una luna le aportaba, la que Dios le “puso”, antes de
que el mundo fuera mundo y la niña naciera.
Pena de los que no aceptan
de dónde vienen las reglas del universo y de la vida, su evolución o la retorcida espiral del ADN...
Inteligencia y desarrollo
sin par... ¡Excelente, mi Dios, excelente!
Emma Diez Lobo
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