Iba conduciendo
cuando en un semáforo, un tipo joven al que había adelantado, bajó la
ventanilla, me miró y al ver mi rostro me insultó haciendo referencia a él... Yo
miré a mi alrededor y estaba sooooola... ¡Era a mí!
Me di cuenta, por
primera vez que mi aspecto viejil no coincidía “conmigo” y yo sin enterarme...
Es lo que pasa cuando no te miras mucho al espejo y no cuentas las tropecientas
marcas incrustadas sin piedad.
Me bajé del coche,
me acerqué a su furgoneta y le dije: “Amigo
conductor, cuando tenga mis años y escuche un insulto referente a su edad, es
que se ha encontrado con un sujeto como Ud. que no conoce el respeto. Yo he
tenido que mirar a mi alrededor, Ud. por desgracia sabrá bien a quien va
dirigido.
Cuando llegué a
casa, me fui al espejo y me entró la risa al ver que tenía más rayas que un
cuaderno de los 50 ¡Jolín Emma, qué te ha pasaoooo!
Pues no sé, porque
pensando... Jesús no se arrugó ¡La juventud del alma!, y por eso sonríe conmigo.
¡Pobre joven, preámbulo
de viejo! A mí me enseñaron que la nobleza y el honor se llevan dentro y la
educación por fuera.
Estamos sin
“almidonar” y ¡Qué!, ánimo amigos, no pasa absolutamente nada...
¡Risas!
¡Ay qué dolor más fastidioso!... Qué qué ¿Qué?, no te
oigo... ¿Cómo se llamabaaaaa?... ¡Uf, espera, no me puedo levantar!... Noooo, si no pasa
nada.
Ya te vale, Emma...
Emma
Díez Lobo
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