domingo, 26 de diciembre de 2021

Cuando la noche lentamente avanzaba.

 

Cuando la noche lentamente avanzaba. (Lc2,8-14)

 Cuando todo parecía estar dormido en el tedioso silencio del lecho nocturno,

cuando todo callaba en derredor,

cuando más helaba de frio y las ramas de los árboles, los campos, los caminos se teñían del resplandor reluciente de la plateada  escarcha, y a lo lejos todo se vislumbraba como translucido cristal,

cuando todas las voces callaban  adormecidas, en el firmamento como pequeños farolillos de luz engarzados con hilos de seda, colgaban resplandecientes las estrellas, que adornadas de colores fulgurantes radiaban destellantes a la tierra la dulzura más maravillosa de una luz ardientemente hermosa… una luz que nunca ningún ojo vio, pregonando a viva voz admiración y asombro, la Grandeza que ya llega.

¡Oh divina estrella que anuncias la venida del niño Dios con nosotros, que encargo más sublime recibiste para regocijo de los que esperan!

A lo lejos una hoguera se enciende llameante entre luces tintineantes y sombras que parpadean, en una humilde sencilla cueva.

En un instante, todo el universo se replegó para contemplarte y extasiados se abajaron atónitos ante tan sublime pureza…hasta tocar tu piel… tu piel de olor a lirios y azucenas, y de esta manera arroparte con su suave aterciopelado manto las ardientes estrellas.

¡Oh cuanta luz, fulgida luz que deslumbras con tu singular belleza!, ¿acaso no la veis, no veis con cuanta inmensidad centellea?, ¿no veis cuantas sonrisas luminiscentes lo rodean transformadas en primavera, y como sus labios cantan, entonando con gracia hermosas melodías?

 ¨¡Gloria, Gloria, Gloria a Dios en las alturas y en la tierra Paz a los hombres en quienes Él se complace!¨

Con ágiles y delicadas piruetas se elevaron hacia el cielo hasta tocarlo con sus dedos y bajaron danzando a tropel para adorar con su clamor el don de amor hecho carne de Dios por nosotros. Sus ojos se llenaron de perplejidad y estremecidos, como se estremecen los arboles del bosque agitados por el viento se acercaron sigilosos, sin 

hacer ruido, para admirar el Gran Misterio  durante tanto tiempo escondido.

 ¡Se rasgó el cielo! SI ¡se rasgó el cielo y bajaste derritiendo los montes con Tu Presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de Ti, que hiciera tanto por el que espera en Él.

 Loles 

 https://www.comunidadmariamadreapostoles.com/

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