El Adviento es uno de los tiempos fuertes del año
litúrgico cristiano. Es un tiempo especial para la vida de los creyentes. La
palabra “Adviento” procede del latín “adventus”, que
significa “venida”, “llegada”. El Adviento es el tiempo de preparación para la
venida del Señor.
Cuando se anuncia la llegada de algo grande uno no puede
dormirse. Hay que prepararse bien. No podemos dejar que las luces comerciales o
los anuncios con atractivas ofertas y rebajas nos presionen más de la cuenta y
nos alejen de poder vivir este tiempo con profundidad y consciencia. No nos
dejemos robar el verdadero espíritu de la Navidad. Dedicar un tiempo para rezar
todos los días nos ayudará a fortalecer nuestra relación con Dios y mantenernos
firmes en la espera.
Una de las mejores y más sencillas formas de conectar
nuestra vida espiritual con el Adviento es leer y rezar durante este tiempo con
las lecturas que nos propone la liturgia de estos cuatro domingos.
1. “¡Ven, Señor Jesús!”
2. “¡Preparemos los caminos!”
3. “¡Alegría!”
4. “¡Llega
el Mesías!”
Las lecturas de Adviento están llenas de alegría y
esperanza. La humanidad espera una luz que ilumine su camino. El que viene es
el Salvador. Alguien que llenará de paz nuestros corazones y nos hará mejores.
Su venida nos invita a soñar en un mundo mejor posible. La esperanza nunca
defrauda (Rm 5, 5).
También el Adviento es una buena oportunidad para recrear
y avivar en nosotros la esperanza. Es un tiempo muy adecuado para acentuar la
vivencia de la caridad y la solidaridad con los más necesitados. Para esto nos
pueda ayudar contemplar e intentar imitar a los personajes principales que la
liturgia dominical nos ira presentando.
Estos son:
El profeta Isaías que nos invita a vivir y a soñar la espera del Salvador.
Juan el Bautista, el precursor, la gran figura del Adviento, pues
es el gran amigo del Esposo, al que señala ya presente entre nosotros.
María y José, que son los protagonistas del misterio y testigos
silenciosos del cumplimiento de las profecías.
Pero lo más importante del Adviento es nuestra propia
actitud. ¿Cómo preparo mi corazón para encontrar al Señor? ¿Cómo prepararme
para dejarme encontrar con Él? Examinémonos a fondo durante este tiempo de
Adviento que nos prepara para la llegada de la Navidad. Observemos nuestras
sombras de nuestras vidas y pidamos perdón por nuestros pecados. Acerquémonos a
los Sacramentos, sobre todo al de la Reconciliación, nos ayudarán a estar en
paz con Dios y con los hermanos, renovando así nuestros corazones y
preparándolos para celebrar la Navidad con profunda alegría.
Os invito en este Adviento 2021 a que cada uno en
vuestros hogares familiares pongáis los signos del Adviento, para que
contemplándolos nos vayan anunciando, con su significado, la llegada el Mesías,
de Jesucristo. Estos signos son, los enumero por orden de preparación en
vuestros hogares:
La Corona de Adviento (que ya fue explicada por la Delegación de
Liturgia el año pasado como se debe poner), que con las velas que se van
encendiendo domingo tras domingo, acompaña nuestra espera y enciende en
nosotros la esperanza.
El Calendario de Adviento que es una costumbre moderna pero un signo
querido por los más pequeños de la familia. Ir contando los días hasta la
Navidad nos ayuda también a vivir la esperanza.
El Árbol de Navidad, que nos ambienta y nos recuerda este tiempo tan
especial. Su hoja perenne nos señala que así es también el amor de Dios.
El Belén, el signo por excelencia. Todo se centra y mira a la cuna del portal, al
niño Jesús. Ese niño es Dios-con-nosotros. Lo dejéis su instalación para última
hora ir construyéndolo poco a poco y en familia, con cariño, recordando el
misterio que vamos a celebrar.
Vivir un santo Adviento que de verdad llene vuestros
corazones de ALEGRÍA y ESPERANZA pues Dios está con nosotros. Y vivirlos desde
el mismo Corazón de la Virgen María, su Madre y nuestra Madre, Ella es la única
que puede dar calor de hogar a nuestros corazones fríos por las oscuridades de
la vida y de nuestros pecados.
+ Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete
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