Colocaba sellos en un álbum... Descansé un rato y de pronto me hice la pregunta: ¿He venido a la tierra solo a guerrear contra el mal?, ¿porqué venir a eso y no a jugar al ajedrez o a hacer colecciones?, pongo por caso.
Dejé de entender mi
arriesgada vida... Nacer se había convertido en no tener otro juego en mente que
no fuera la guerra.
Esto no podía ser ¿Lo
era?... Si me comporto, voy al cielo, si no lo hago me voy “pa bajo”... Incesante
batalla con consecuencias catastróficas, si la pierdes.
Ya no me importaba
haber regalado toda la colección del Protectorado español...
Cuando llego mi
hija de la calle, pensé: ¡Qué existencia! Crecer, agobiarse, salir, entrar, morir
y jugársela a una carta.
No escuché voces
que me alentaran y me vi en mi salón del 5º piso con un solo motivo: ¡Ojo con lo que haces en la tierra!, y cerré
el dichoso álbum... ¡Para qué!
Al día siguiente
cuando escribía, recordé a Cristo, Muerto en medio de una cruzada contra Él, a María
que la sufrió y a tantos Santos al frente de la misma contienda que no me
quedaba otra que intentar comprender.
Y la razón me
enseñó sus armas... No había nacido sin armamento para el combate, era el
precio de mi libertad y el triunfo de la VIDA. Con la conciencia de luchar
hasta la muerte junto a Dios, volví a mis sellos de España...
No, ni por uno o miles “tableros de ajedrez” Dios
habría venido y nosotros tampoco.
Emma Díez
lobo
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