Cuánta razón tiene aquél que entiende que la CARIDAD más que dar una limosna, ropa o comida, es COMPRENDER y esto no es fácil en absoluto.
¿Comprender al que es
diferente?, ¿al que tiene un carácter insoportable?, ¿al que hablamos y ni nos
mira?, ¿al que actúa de un modo airado?, al que... Los “porqués” que poco nos
interesan y qué manera de contrariarnos... Yo, yo me irrito, y si es de la
familia, discusión sin tregua ¡Qué horror!
Esto no puede ser ¿Qué sabemos de
cómo fueron sus vidas?, ¿Qué les pasó hace unas horas?, ¿de qué se enteraron
anoche?... Hay motivos que por un tiempo, el que sea, vuelven a las personas irascibles,
de mal humor, de todo menos amables.
Comprender no significa aceptar ni aprobar
actitudes ni maneras, sino tener la caridad
de entender que por sus venas corre hoy
o ayer, sangre dolida.
Las razones hacen
que “los sentires” se alteren; cada partícula de la mente y del corazón
encierra muchos secretos, tantos como las veces que el aire va y viene.
Usemos la caridad, la que todos necesitamos a lo
largo de la vida; tenemos tantos momentos de disgusto con motivo, que la cara de
vinagre que se nos pone, es brutal; y aunque todo se pasa, estemos preparados
para “la siguiente”...
Comprendamos... A
veces el silencio es la forma de caridad por excelencia. Me
apunto para que hagan lo mismo conmigo cuando por mi sangre naveguen esencias
de disentimiento y enojo.
Emma Diez Lobo
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