martes, 9 de enero de 2018

El desorden del alma



Cuando avanzamos en el camino de fe, nos vamos dando cuenta del desorden que reina en nuestro interior.

Las simas de nuestra alma, los montes donde conviven en frente de guerra nuestros ídolos,  el dinero, el egoísmo, la soberbia, la prepotencia, nuestro Ego encumbrado en su pedestal…y hablan  entre ellos, discuten, a gritos, por ver quién es el primero, quién manda; unas veces ser nuestro “yo”, y muchas veces el dios dinero, origen de todos los males.

Por eso dirá el salmista: “Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado” (Sal 41)

Son las “aguas caudalosas” de otros salmos que fluyen desde el interior del corazón, aguas sin control, empujadas por el viento de Satanás. Son aguas que arrollan a su paso, que no se detienen ante nada con tal de saciar una falsa sed de no saber qué, y que una vez saciada, nos vuelve a dar más sed.

¡Qué diferente del Agua que Dios nos envía! Su acequia va llena de Agua Viva: Jesucristo, su Evangelio. Y es una acequia que va dirigida en una dirección, que no fluye aleatoriamente dando bandazos por la vida sin saber ni lo que busca. La acequia de Dios sabe muy bien seguir su Camino; el Divino Proyectista envía su Agua para regar cada parcela a su tiempo, que no el tiempo del ser humano; es el tiempo de Dios
.
Entonces, cuando su Palabra, su Agua, atraviesa por los áridos valles de nuestra existencia, los transforman en oasis, como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones. (Sal 84,7)

Alabado sea Jesucristo


Tomás Cremades

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