lunes, 22 de enero de 2018

La codicia




Termina la parábola del rico insensato (Lc 12, 13-21): “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has acaparado?

Nos pasamos media vida, y la otra media también, procurando guardar para después. Un después que no es incierto, sino muy cierto y seguro para los que tenemos fe; porque todos tenemos asumido como seguro y cierto que en cualquier momento pueden llamarnos a rendir cuentas y que en ese momento aquí se queda todo. Entonces verdaderamente se cumple aquello de (cf 10, 4) no llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias, todos tenemos meridianamente claro esto: para ese camino nada necesitamos; sin embargo nos seguimos afanando para tener las trojes, metafóricamente hablando, llenas, sabiendo ciertamente que ese día es incierto en cuanto a la hora, pero muy cierto y seguro en su llegada.

Está claro que casi todos los seres humanos debemos de tener alguna lesión cerebral, no sé cómo la denominarán los psicólogos, que nos impide distinguir entre lo que es bueno para el alma y lo que es bueno para el cuerpo y en consecuencia mezclamos ambas preocupaciones no homogéneas. No nos damos cuenta de que las riquezas de aquí abajo nada tienen que ver con las de allí arriba, que las cuentas de ahorro bancarias no nos sirven a la hora de presentar nuestro boleto de entrada en la otra vida. Sabemos que las necesidades materiales nada tienen que ver con las espirituales y que el alimento espiritual es distinto al sustento corporal, pero también es cierto que tampoco estorban unos menesteres a otros.

Jesús no criticó la previsión de aquel hombre por preparar un amplio lugar de almacenamiento para una buena cosecha, sino la mezcla de las necesidades corporales con las espirituales; el tasar lo material como valor seguro para el espíritu es lo que censuró. A mi humilde parecer lo que reprendió fue la confusión y la identificación de lo uno con lo otro: “…alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe banquetea alegremente” (cf 12, 19). Aquí está la equivocación de aquel hombre en sumar valores heterogéneos. Creo que Jesús no vitupera la previsión material, sino la imprevisión en ese mismo quehacer espiritual y en no poner el mismo empeño en saciar el alma con la misma ansia con que lo hacemos con el cuerpo.

Lo que debemos de hacer, en consecuencia, es saber separar lo material de lo espiritual y priorizar en la escala de valores. Los cristianos sabemos que una cuenta corriente bancaria no impide el tener otra mayor y más abultada en valores espirituales y menos si se comparte aquella en proporciones oportunas y correspondientes con los necesitados. Sabemos que tener lleno el frigorífico de casa no es pecaminoso, si se transfiere su contenido a manos llenas y con toda generosidad en favor de Cáritas o de cualquier banco de alimentos, pero aún mucho mejor si además aportamos nuestro tiempo como voluntariado a cualquiera de las mencionadas entidades. Sabemos que no es pecado asistir, cuando la ocasión lo precise, a alegres fiestas y a comidas con buenas viandas regadas de mejores vinos, pero anteponiendo asiduamente el suculento banquete eucarístico del Cuerpo y Sangre de Cristo. En resumen que los desvelos corporales no sean un fin y menos impidan la dedicación prioritaria a los asuntos del alma.


Pedro José Martínez Caparrós

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