sábado, 27 de enero de 2018

IV Domingo del Tiempo Ordinario




¿Qué es esto? habla con autoridad

        Después del anuncio de la cercanía del Reino de Dios, Jesús empieza a explicar con sus palabras y con signos en qué consiste esta cercanía del Reino. La primera intervención tiene lugar en la sinagoga de Cafarnaún, donde enseña con poder y con su palabra libera a un endemoniado. El relato subraya que los oyentes se admiraban de este tipo de enseñanza y del poder de su palabra: Habla con poder. Manda a los espíritus impuros y le obedecen. De esta forma Marcos invita a los oyentes actuales a admirarse  de la Palabra de Jesús.

        Es importante para un cristiano llegar a admirarse de la novedad de la obra de Jesús que enseña con autoridad. Jesús no es un maestro del espíritu más, ni un profeta más. Es la palabra del Hijo de Dios hecho hombre, el profeta escatológico anunciado por Moisés (primera lectura), expresión del amor de Dios, que quiere reinar en nosotros y para eso ilumina el camino de nuestra cooperación.

        Dios nos ha creado como seres racionales, capaces de conocer y elegir libremente el camino que hemos de seguir para llegar a él y conseguir la felicidad. Por ello exige y le agrada que actuemos siempre racionalmente, conscientes de lo que hacemos. Pero también hemos de ser conscientes de que la razón natural necesita ayuda, primero porque puede estar obstaculizada por el corazón y sus inclinaciones negativas. De hecho solemos pensar con el Visto Bueno del corazón y cuando anidan en él contravalores, condicionan un juicio recto de la razón. Por otra parte, el campo de la razón está limitado a la inmanencia, por lo que debe estar abierto a la transcendencia. Cuando se da esta apertura, no hay oposición entre razón y revelación. Con la vista natural puedo ver una gota de agua, con un microscopio veo la misma, pero mucho mejor; con la vista natural veo en el firmamento puntos luminosos, con un telescopio veo lo mismo, pero mucho mejor. En ambos campos, inmanente y transcendente, se sitúa la enseñanza de Jesús, hablándonos del Reino de Dios y de nuestra cooperación. Por ello es un elemento importante en la construcción del Reino.

El Evangelio de hoy invita a valorar su enseñanza con poder.  “Enseñar con poder” quiere decir dos cosas: en primer lugar, se refiere a su origen, Dios (“Poder” es una designación de Dios cf.  Mc 14,62); es por tanto la enseñanza verdadera, la auténtica, la que conduce a la plena realización. Esto contrasta con el modo de enseñar de la época en que los maestros enseñan en nombre de otros maestros célebres y se limitan a transmitir sus enseñanzas. Jesús en cambio habla de lo que “ha visto y oído junto al Padre” (Jn 5,19.31). En segundo lugar, significa que es una enseñanza eficaz, que capacita para realizar su contenido al que la acoge con buena voluntad para librarse de los “espíritus inmundos” que lo poseen (odio, egoísmo, envidia...), frutos de Satanás.  La enseñanza de Jesús siempre es factible.

        El contenido de su enseñanza es cristológico, porque realmente enseña cómo seguirle a él para acoger la invitación al Reinado de Dios. Él es la Palabra que nos dirige el Padre (Jn 1,1)  y sus enseñanzas son explicitaciones de su ser y su vida. El cristiano no es el que conoce unas enseñanzas sobre Jesús y su doctrina sino el que se une vitalmente a Jesús y encarna su doctrina en su vida.

        Desde esta perspectiva los medios para ser discípulos de Jesús-Maestro son aquellos que ayudan a conocer a Jesús  y vivir como él. Es importante la Biblia, leída y orada en el contexto de la Iglesia, su auténtica depositaria. La práctica de la Lectio Divina ayudará a familiarizarse con ella. No se trata de ser especialista en la Biblia sino de conocer y asimilar cada vez mejor la enseñanza de Jesús y crecer en la unión con él.

Otro medio importante es la Liturgia de la Palabra en la celebración eucarística. Una auténtica participación en la Eucaristía implica preparar adecuadamente las lecturas que se van a proclamar y la respuesta personal que vamos a dar y que debemos unir al sacrificio de Cristo. Toda celebración eucarística es un diálogo: Dios nos habla por Jesús (liturgia de la palabra) y respondemos al Padre por Jesús (liturgia sacrificial).

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


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