Seréis mis testigos: tiempo de la Iglesia, tiempo del
testimonio
La
fiesta de la Ascensión invita a tomar conciencia y celebrar un aspecto
importante de la resurrección de Jesús: Jesús resucitado continúa realizando su
misión salvadora por medio de la Iglesia, pueblo de testigos.
El
Evangelio recuerda cómo Jesús explicó a sus discípulos el sentido salvador de
su muerte y resurrección y que les dio el encargo de que dieran testimonio en
todo el mundo de que esto implica el perdón de los pecados. Después alude a su
subida al cielo, bendiciendo como sacerdote. Es el final de su camino terreno en
que ha cumplido plenamente la tarea encomendada por el Padre que lo recibe en
el cielo. El relato de Hechos lo repite con más detalle. Durante cuarenta días
(un ciclo completo) explicó a los discípulos el sentido de su muerte y
resurrección y los convierte así en testigos cualificados. Después les manda
que, en calidad de testigos, den a conocer esta realidad a todo el mundo. Finalmente
sube al cielo y unos ángeles explican que volverá de nuevo en la parusía a
coronar la obra salvadora que ahora va a realizar por medio de la Iglesia.
Mientras tanto es el tiempo del camino de la Iglesia, tiempo de dar testimonio.
La
ascensión no significa que Jesús va a empezar ahora a compartir la gloria de
Dios Padre. Lo hace desde el momento de la resurrección. Significa que ya ha
terminado el breve período de las apariciones para preparar a sus testigos
cualificados. Jesús resucitado no se ha ido, dejando el encargo de evangelizar
a su Iglesia, para venir de nuevo al final de la historia, desentendiéndose
mientras tanto de la suerte de la misión. Continúa con nosotros, pero de otra
forma. Antes estaba en forma visible y material, con un cuerpo terreno, ahora
en forma invisible y espiritual, con un cuerpo espiritual, pero sigue siendo el
protagonista de la obra salvadora de su Iglesia por medio de su Espíritu. El
período de cuarenta días fue un período de transición, preparando a sus
discípulos para el nuevo modo de continuar su tarea. Cuando la Iglesia predica
es él quien predica, cuando bautiza, es él quien bautiza, cuando perdona, es él
quien perdona...
La
misión de todos los cristianos, cada uno según la tarea concreta recibida, es
continuar la obra de Jesús en calidad de testigos. Calidad de testigos implica
una persona que ha experimentado y vivido todo lo que está diciendo y haciendo.
No se trata de actuar como un profesional y experto de una doctrina religiosa
sino como un convencido de lo que hace porque mantiene una amistad viva con
Jesús y es testigo de su salvación. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos
dice cómo la primera generación cristiana cumplió este encargo de dar
testimonio: siendo fieles a la doctrina apostólica, compartiendo los bienes,
orando juntos, predicando cf. 2,42-47; 4,32-35.
En
la celebración de la Eucaristía profundizamos en nuestra calidad de testigos.
En ella es Jesús el protagonista que actualiza por medio de su Iglesia su obra
más importante, su muerte y resurrección. En ella está presente en la comunidad
que ofrece y en el presbítero que actúa en su nombre.
Rvdo.
D. Antonio Rodríguez Carmona
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