«LA REVOLUCIÓN DE LA
TERNURA, SE LLAMA MISERICORDIA»
LA SEXTA OBRA ESPIRITUAL
DE MISERICORDIA
No
siempre es fácil ni posible. El único secreto que acierto a compartir, a la luz
del Evangelio, es invitaros a que seáis un «taburete» para el otro. A ver si
logro explicarme. Tal vez con esta imagen inocente pueda resultar más claro:
«Cuentan que un monje se escapaba todas las noches del monasterio. Para saltar
la tapia colocaba un taburete junto a la ventana. A la vuelta lo recogía para
la noche siguiente. Nadie hablaba de ello. Toda la comunidad era consciente. El
Abad también. Sin embargo, no sabía cómo ayudarle. Pensó reprenderle, pero si
lo hacía tenía la certeza de que lo perdería. Quiso expulsarlo pero
expulsándolo era condenarlo de antemano. Hasta que una noche, el Abad quitó el
taburete y se colocó él agachado esperándole. Éste, cuando volvió saltó sobre
la espalda del Abad. El Abad se incorporó sin una queja y le saludó con una
leve inclinación. Nadie se enteró. Nadie pidió perdón y nadie se sintió
obligado a otorgarlo. Aquel monje nunca volvió a escaparse por la ventana».
No
sólo en las comunidades de consagrados se viven situaciones parecidas. También
en nuestros hogares tenemos que cargar con las limitaciones y miserias ajenas.
Los amigos, los escogemos. Los hermanos, nos vienen dados. Son un regalo,
aunque a veces nos mortifiquen.
El
entorno laboral es un terreno propicio para que muchas veces surjan roces,
malas caras y discusiones… dejando al descubierto la incapacidad de las
personas para aceptarse y tolerarse con los propios defectos, con las propias
flaquezas.
”En casi todos los trabajos –según me
comentaba el responsable de Recursos Humanos de un grupo hotelero– suelen darse
los mismos problemas en lo que se refiere a la relaciones de la convivencia:
egoísmo, prepotencia, pereza, falta de colaboración, envidias, zancadillas,
guerras internas, etc… Lo importante es no dejar que esos fallos, que son muy
humanos, ganen terreno”.
Por
eso me decía que “la paciencia con los compañeros, con los jefes y con los
empleados es clave para crear un clima positivo, en el que se valore más a los
otros por lo que tienen de bueno que por lo que no nos gusta de ellos”.
De
igual modo “pasa en el matrimonio, en la familia, con los amigos o en la vida
comunitaria”. En muchas ocasiones “la paciencia tiene que ir de la mano de la
mansedumbre y de la humildad, para saber pedir perdón, incluso cuando uno no
tiene la culpa”. El Papa Francisco, nos recuerda que hay tres palabras que
deben estar a flor de piel: «gracias», «permiso», «perdón».
Sólo
cuando la miseria humana se ve acorralada por el buen corazón, que es reflejo
del amor y de la misericordia de Dios, el que falla logra ir venciendo los
defectos; y el que está a su lado, logra ir venciendo la impaciencia.
¡Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno y no
ver la viga en el nuestro! Cuando no resaltamos los defectos o flaquezas del
prójimo estamos colaborando en la construcción del Reino de Dios. Tengamos
paciencia con las flaquezas y defectos de los ancianos, de los niños, de los
vecinos, de los compañeros de trabajo, de las personas con las que convivimos…
y ellos la tendrán también con nosotros.
Con
mi afecto y bendición,
Ángel
Pérez Pueyo
Obispo
de Barbastro-Monzón
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