La
Constitución Española garantiza «el derecho que asiste a los padres para que
sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus
convicciones». (Art. 27,3). Teniendo en cuenta esto pienso si no es urgente,
ahora mismo, y en aras de la verdad, revertir la opinión pública sobre el tema
de “la religión en la escuela”.. Porque la verdad es, aunque ciertos intereses
partidistas la quieran negar, que la educación religiosa en la escuela no es un
privilegio de unos pocos, sino que es un derecho de todos y que, sin esa
educación, los hijos de las próximas generaciones se verán privados de una
dimensión constitutiva propia de todo ser humano como es la dimensión trascendente.
Cuando
me ha tocado bucear por el corazón de muchos jóvenes, escucharles, consolarles,
sanar sus heridas, tratar de restituir su dignidad perdida… enseguida he
descubierto que el ideal de persona que “han copiado” de la sociedad que les
rodea no es el ideal cristiano propuesto por Jesús de Nazaret. Muchas veces
“los valores sociales” son el individualismo, hedonismo, consumismo,
relativismo, subjetivismo y secularismo. Y yo creo que existen otras propuestas
de realización y de felicidad humana. Creo que existe una forma distinta de
sentir, pensar y actuar que se fundamenta en estas cuatro “leyes” de signo
cristiano:
1.-
La comunión. No somos individuos
aislados. Somos seres singulares. Somos personas. Nuestra humanidad se realiza
en la comunión interpersonal y social con los demás y con Dios. Lo que nos
humaniza es buscar cada uno el interés de los demás.
2.- El
servicio. No estamos para competir sino para colaborar por una existencia
digna para todos. El camino de felicidad no es el consumismo sino el poner la
vida al servicio de los demás para que vivan.
3.- La
dignidad humana y la libertad. Existen valores universales. Nuestra
libertad no consiste tanto en poder elegir, desechar, cambiar, cuanto en buscar
juntos, desde la diversidad, la verdad y conformar nuestra vida desde ella.
4.-
La fraternidad. Formamos parte de un
proyecto común que podemos construir juntos desde nuestra libertad. Somos una
sola familia humana. Reconocer esta realidad es lo que nos humaniza.
Desde
estas “leyes” creo que la clave de una vida con sentido es entender que lo
esencial de todo ser humano es la vocación a la comunión en el amor y la
libertad. Es vivir para los demás, para que los otros vivan. Los demás no son
mis competidores sino los que hacen posible mi propia realización y felicidad.
Todo
esto no se aprende de golpe. Se aprende, en primer lugar y de forma progresiva,
en la familia y, en segundo lugar y de forma subsidiaria, en la escuela y en la
Iglesia. Hoy también a través de las redes sociales… La educación no es neutra.
Y hoy hay quienes, amparándose en un puñado de votos conseguidos a cualquier
precio, pretenden generar un pensamiento único y hacer callar la conciencia del
que piensa diferente Hay que desenmascarar esta falacia. No te juegues el futuro
de tus hijos, su educación, su porvenir, a la «ruleta rusa».
Una
buena educación es la mejor herencia que puedes dejar a tus hijos. Te propongo
que elijas muy bien el centro al que los llevas y que pidas que les ofrezcan
religión católica. Lo progre, lo moderno, lo liberal… sería, a mi juicio, que
cada uno pudiera escoger el centro escolar y los valores educativos que
conforman el modelo de hombre y de mujer que la sociedad necesita. Ojalá que
nuestros jóvenes no tengan que acusar un día a sus padres de haberles
“estafado” por haberles privado de aquella dimensión constitutiva de su persona
que, aunque no les suprimiera los problemas, iluminaba y daba pleno sentido a
su vida. Y es que, aunque nos neguemos a aceptarlo, hemos sido creados, como
decía san Agustín, con un corazón que sólo puede ser satisfecho realmente por
Aquel que lo ha creado.
Con
mi afecto y bendición,
Ángel
Pérez Pueyo
Obispo
de Barbastro-Monzón
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