sábado, 14 de mayo de 2016

Sufrir en libertad



¿Pero qué he hecho yo para merecer esto? Pues de todo hijo mío, de todo, pero no es por eso por lo que sufres no, no es una venganza de Dios ni una contrapartida a tu “pasotismo” de cristiano, es ni más ni menos la libertad de la tierra y el libre albedrío del hombre.

De todos modos, el que sufre con humildad se asemeja a Dios convirtiéndose en un hijo predilecto. Sufrir no es malo, lo malo es echar la culpa “a otros” por ignorancia del Evangelio.

En cada gota de la Sangre de Cristo, estamos tú y yo incluidos. ¿No basta para entender el sufrimiento? No digo que sea un don, ni un premio, pero sí lo es poder ofrecérselo a Dios, es la mayor Gracia que nos dio para amarle, entenderle y como remisión de nuestras ofensas.

Jesús padeció el pecado del hombre convertido en tortura física y espiritual hasta que murió entregando su dolor y su vida al Padre. Pues nosotros lo mismo, ofrezcamos nuestro sufrimiento a Él y a ser posible en silencio, que nadie nos vea llorar. (Yo la verdad es que no he hecho caso y medio barrio me vio con lágrimas, pero he aprendido la regla por mi Dios y por mí).

Sabed que una gota de nuestra sangre tiene el mismo color que la suya; no es ajeno a nosotros en nada, era 100 por 100 Hombre (y 100 por 100 Dios); por eso nos entiende, nos consuela y nos dice que no estamos solos, no dice que nos va a suprimir los dolores… ¡Ni de broma! Dios tampoco lo hizo con su Hijo (consigo mismo), pues tenía que pasar por ello para salvarnos. ¿Y nosotros?, ¿nos queremos salvar? Pues es lo que toca…

Tampoco es que tengamos que decirle ¡dolores a míííííííííí!!! Jopé no, pero cuando vengan, que vienen a mogollón, confiemos en Él y serán recompensados sí o sí, Él lo fue.

Emma Díez Lobo


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