El Papa Francisco cuenta una anécdota de sus años como sacerdote en
Buenos Aires. Una vez, cuando iba a salir de la iglesia, se le acercó una
anciana a pedirle que le confesara. Mientras se preparaban para
ello, el Papa bromeó con ella, viéndola tan buena: «Vamos, pero no sé, no
sé si Dios podrá perdonarle sus pecados», a lo que ella respondió: «Si
Dios no perdonara los pecados, el mundo no existiría». Una reflexión
digna de un verdadero teólogo, pensó el hoy Papa.
El perdón de los pecados es una manifestación de la misericordia
de Dios. San Juan Pablo II anunció, durante la canonización de Sor Faustina
Kowalska: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá
el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne
para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia
divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano
en los años venideros.»
Hoy celebramos esta fiesta tan entrañable que Dios mismo quiso que
se instituyera en la Iglesia, según las frecuentes revelaciones que
tuvo la monja polaca y que dejó escritas en su Diario.
La devoción que sentía el papa Wojtyla por esta característica del
amor divino hacia la humanidad le llevó a publicar la encíclica Dives in Misericordia, y el Papa actual se hizo
igualmente eco con la bula Misericordiæ Vultus en
la que declaró un año santo, un jubileo extraordinario, entre
2015 y 2016.
En ella recordaba las famosas palabras de San Juan XXIII en la inauguración
del Concilio Vaticano II: «En nuestro tiempo, la esposa de Cristo prefiere
usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas
de la severidad.»
La tentación de aplicar la justicia, siempre y nada más que la justicia,
no corresponde al amor maternal que la Iglesia tiene para todos sus hijos.
Ha llegado el momento de poner en práctica la buena noticia, la alegría
del perdón, y, al tiempo que damos gracias a Dios por su misericordia,
practicarla nosotros con nuestros hermanos. «Misericordia» —dice
Francisco— «es la vía que une Dios al hombre […]. Es la ley fundamental
que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros
al hermano que encuentra en el camino de la vida.»
En este tiempo de alegría pascual, la fiesta de este domingo es un estrecho
lazo que nos une a Dios y al prójimo en Jesucristo, que es el rostro de
la misericordia del Padre.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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