Jesús se consagró a
cumplir la voluntad del Padre
La
Iglesia invita a contemplar durante estos días la pasión de Jesús, penetrando
en sus razones más íntimas y en sus frutos. Debe ser la tarea más importante de
estos días.
Hoy
escucharemos todo el relato la pasión de Jesús según san Mateo y el Viernes Santo
volveremos a oírla según san Juan.
Realmente extraña el espacio desproporcionado, dos capítulos, que los
evangelios dedican a las 24 horas cortas que duró la pasión y muerte, mientras que al resto de tres años de actividad
Mt dedica 22 capítulos y Jn 17. Esto es contrario a la psicología
humana, que suele pasar de prisa sobre los sucesos negativos de un héroe, si no
los omite, y se complace en los
positivos; contrario también a las
expectativas del pueblo judío, que no veía en los textos veterotestamentarios
la figura de un mesías fracasado y doliente.
La Iglesia primitiva no lo hace por masoquismo, por exaltar el dolor
como tal, sino porque ha experimentado que la
pasión es el camino de la gloria. La
experiencia de la resurrección y sus frutos explica esta praxis de la Iglesia.
La fe cristiana no es alienante: afronta como es la realidad, incluso dolorosa,
el fracaso y la muerte, pero la ilumina
a la luz de la resurrección.
La
liturgia se centra hoy en la contemplación global de Jesús sufriente, porque la
vida cristiana es actualizar la muerte de Jesús
para participar su resurrección. En la procesión de ramos el evangelio
de san Mateo recuerda las disposiciones con las que Jesús se mete en la boca
del lobo, consciente de que lo van a matar: entra como rey manso, dispuesto a
sufrir la violencia, consciente de que es el camino para ser rey, como rezará
el título que pondrán en la cruz. En la
misa la primera lectura proclama el tercer poema del Siervo, donde se presenta
el secreto de su actuación: escucha con atención y lleva a la práctica lo que
le dice Dios, aunque sea doloroso. La segunda lectura es un himno compuesto por los primeros
cristianos para cantar el misterio pascual: Cristo, por amor, se hace hombre
débil y obediente, por eso fue exaltado como Señor. Finalmente como evangelio
se lee la pasión según san Mateo. Los
diversos relatos de la pasión narran los mismos acontecimientos, pero cada
evangelista lo hace desde un punto de vista propio. Para Mateo la pasión es el
culmen de toda su obra: la muerte y la resurrección están prefiguradas en la
persecución y liberación del Niño en el
relato de la Infancia, explica y completa la presentación de Jesús como Mesías
rechazado por los judíos y reconocido por sus discípulos (argumento de la primera
parte) y es el término al que apuntan las
secciones precedentes de la segunda parte. En el relato, por una parte, subraya la
presciencia, libertad, dignidad e inocencia de Jesús, véase p.ej. el relato del
final de Judas (propio) y el de la confrontación Jesús-Barrabás, por otra,
insiste en el carácter de cumplimiento
que tiene la pasión, por lo que frecuentemente nota que se está cumpliendo la Escritura,
expresión de la voluntad del Padre, y consiguientemente , se realiza en
contexto histórico salvífico, dando paso a la plenitud de los tiempos
escatológicos, como ponen de relieve el terremoto y las resurrecciones que tienen lugar. Jesús aparece así como el
Justo sufriente, que se consagra a hacer la voluntad del Padre, consciente de
que este camino, aunque doloroso, culmina en la resurrección para él y para
todos nosotros.
La
celebración de la Eucaristía es presencia sacramental de esta muerte y
resurrección, invitando a todos los participantes a unirse ahora a la muerte,
haciendo la voluntad de Dios en cada momento, para participar después su
resurrección.
D. Antonio Rodríguez Carmona
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