"Pregunta
a la hermosura de la tierra, pregunta a la hermosura del mar, pregunta a la
hermosura del aire dilatado y difuso, pregunta a la hermosura del cielo,
pregunta al ritmo ordenado de los astros; pregunta al sol, que ilumina el día
con fulgor; pregunta a la luna, que mitiga con su resplandor la oscuridad de la
noche que sigue al día; pregunta a los animales que se mueven en el agua, que
habitan la tierra y vuelan en el aire: a las almas ocultas, a los cuerpos
manifiestos; a los seres visibles, que necesitan quien los gobierne, y los
invisibles, que lo gobiernan.
Pregúntales. Todos te responderán: «Contempla nuestra belleza.» Su
hermosura es su confesión. ¿Quién hizo estas cosas bellas, aunque mudables,
sino la belleza inmutable? Ya en el hombre mismo, para poder conocer y
comprender a Dios, creador del universo entero; en el mismo hombre, repito, se
hizo la pregunta a ambos componentes, al cuerpo y al alma. Preguntaban a lo que
ellos mismos eran: al cuerpo que veían y al alma que no veían, pero sin la cual
no podían ver aquél. Veían, en efecto, mediante el ojo, pero el que ve a través
de esas ventanas estaba dentro. De esta manera, cuando se marcha quien la
habita, la casa se derrumba; cuando se aleja el principio rector, cae lo
regido, y por eso recibe el nombre de cadáver. ¿No están, acaso, intactos los
ojos? Aunque estén abiertos, nada ven. Los oídos siguen ahí, pero se ausentó el
que oía; la lengua permanece, pero se alejó el músico que la movía.
Preguntaron, pues, a estas dos cosas, al cuerpo, que se ve, y al alma, que no
se ve, y descubrieron que es mejor lo que no se ve que lo que se ve; que es
superior el alma, que queda oculta, e inferior la carne, visible. Vieron ambas
cosas, las analizaron, discutieron sobre ellas, y advirtieron que, en el
hombre, una y otra eran mudables. Al cuerpo lo hace mudable la edad, la
enfermedad, los alimentos; el descanso y el cansancio, la vida y la
muerte. A continuación se ocuparon del alma que habían
reconocido ser ciertamente superior, y que les causaba admiración a pesar de
ser invisible; advirtieron que también ella era mutable, que ahora quiere y
luego no, que ahora sabe y luego ignora, que ahora se acuerda y luego se
olvida, que ahora tiene miedo y luego es atrevida, que ahora progresa en la
sabiduría y luego se hunde en la necedad. Al verla mutable, la
trascendieron también a ella y buscaron algo inmutable. De esta manera, por las cosas hechas llegaron a Dios, que las
hizo."
(San Agustín)
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