La ética como culto existencial
El domingo pasado hablaba la palabra de Dios de la
meta del camino, hoy se fija en el camino concreto, su naturaleza y su
contenido. El Evangelio habla de la naturaleza del camino, seguir a Jesús, compartiendo
su nuevo culto existencial. Realmente lo que Dios quiere que le demos no son
“cosas” sino nuestra vida consagrada a hacer su voluntad. Fue lo que hizo Jesús
creando un nuevo templo y culto existencial con su muerte y resurrección. Este
nuevo culto existencial es la verdadera sabiduría que realiza plenamente a la
persona (segunda lectura) y se concreta en el decálogo (primera lectura),
concreción de la palabra de Dios que da vida eterna (salmo).
El decálogo es una lista de mínimos, que alude a las
diversas facetas en que se debe concretar al amor a Dios y a los hermanos. Este
enunciado minimalista, por su parte, invita a una lectura maximalista, que
explicite los valores en que se apoya cada enunciado, abriéndose así a los
amplios horizontes de la ética cristiana. Es lo que hace el documento de la Pontificia Comisión
Bíblica sobre Biblia y Moral de
2008 (nº 25-30). Según este documento el
decálogo primero presenta Tres valores
verticales:
(1) dar culto a un único Absoluto, (2) respetar la presencia y la misión de
Dios en el mundo (es lo que simboliza el “nombre”); (3) dar valor a la
dimensión sagrada del tiempo. A continuación presenta Siete valores horizontales, sobre las relaciones entre las
personas: (1) honrar la familia, (2) promover el derecho a la vida, (3)
mantener la unión en la pareja marido-mujer, (4) defender el derecho que tiene
cada uno de ver la propia libertad y
dignidad respetada por los otros, (5) preservar la reputación de los otros, (6)
respetar las personas (que pertenecen a una casa, una familia, una empresa),
(7) respetar las propiedades materiales de los otros.
De esta forma el
decálogo abre la puerta a una moral
liberadora: dejar el primer puesto a la soberanía de Dios sobre el mundo
(valores 1 y 2), dar a cada uno la posibilidad de tener tiempo para Dios y de
usar el propio tiempo de forma constructiva (nº 3), favorecer el espacio de
vida de la familia (nº 4), preservar la vida, incluso la del que sufre y no es
productiva, de las decisiones arbitrarias del sistema y de las manipulaciones
sutiles de la opinión pública (nº 5), neutralizar los gérmenes de división que
debilitan la unión matrimonial (nº 6), detener todas las formas de explotación
del cuerpo, del corazón y del pensamiento (nº 7), proteger a la persona de los
ataques a su fama (nº 8) y contra todas las formas de engaño, de explotación,
de abuso y de imposición (nº 9 y 10).
Hoy, domingo, se
nos invita a revalorizar nuestra vida moral. La Eucaristía debe ser el centro.
Una celebración legalista, que solo busca “cumplir y quedarse tranquilo para no
pecar”, acabará por no decir nada y abandonarla. El cumplimiento que Dios
espera es que le entreguemos, unidos a la oblación de Jesús, nuestro corazón y
nuestra vida, nuestros deseos, logros y fracasos. Él nos responde entregándonos
a Jesús en la comunión para fortalecernos y seguir caminando. Todo esto exige
una preparación previa, meditando las lecturas que se proclamarán y pensando en
la respuesta que daremos. Y durante la semana, recordar lo que hemos ofrecido
para seguir llevándolo a la práctica. Junto a esto, el domingo es día de
familia, de amigos y de descanso.
Además, en la cultura occidental, el domingo es el culmen de un espacio
de liberación del trabajo profesional, que puede empezar el viernes por la
tarde y que debe dedicarse a la familia, a los amigos y a la propia formación.
Desgraciadamente no todos pueden gozar de este tiempo o porque no tienen
trabajo o porque tienen un trabajo que esclaviza. El cristiano debe tenerlo en
cuenta y trabajar para que cambie esta situación.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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