el
señor me ha abierto el oído para poder decir al abatido una palabra de aliento
El relato de
la entrada a Jerusalén (procesión de ramos) recuerda las disposiciones con que
Jesús entra en Jerusalén libremente como rey manso, consciente de todo lo que
va a suceder.
La primera lectura proclama el tercer poema del Siervo de Yahvé, en
que éste se presenta como alumno disciplinado del Padre, atento a conocer su
voluntad y así poder decir una palabra de aliento a sus hermanos que ahora
comparten sus sufrimientos. El himno de Filipenses (segunda lectura), compuesto
por los primeros cristianos, canta el amor del Hijo preexistente de Dios que no
se quiso encarnar en una humanidad gloriosa, sino en nuestra humanidad débil
hasta las últimas consecuencias, muriendo en una cruz, por lo cual el Padre lo
glorificó y exaltó sobre todas las criaturas. El servicio humilde hasta la
muerte es el camino para la gloria. No se trata de masoquismo, exaltando el
dolor como tal, sino de mostrar el verdadero camino hacia la exaltación que
toda persona desea.
Finalmente, el relato de la pasión según san Marcos.
Los evangelios contienen cuatro relatos de la pasión de Jesús, en los que se
narran los mismos acontecimientos, pero cada uno desde una perspectiva
diferente. Este año se leen los relatos de san Marcos, el Domingo de Ramos, y
el de san Juan, el Viernes Santo. El de
san Marcos subraya que Jesús vivió durante su pasión el fuerte contraste entre
fe y experiencia que caracteriza la vida cristiana. Los destinatarios de
su evangelio no tienen ideas claras sobre la fe en Jesús, opinando que ser
creyente implica no solo salvación espiritual sino también material en cuanto
que la fe en Jesús libra de todo tipo de problemas. Esta opinión chocaba con la
realidad: ser creyente no solo no libra de problemas materiales sino que crea más:
no solo tiene enfermedades y sufrimientos como todos los humanos sino que sufre
incomprensión, aislamiento, persecución... De aquí las dudas ¿Jesús es Señor?
¿Dónde está su señorío? ¿De qué libera? Toda la obra de san Marcos intenta
responder a esta pregunta y lo hace especialmente en el relato de la pasión, en
que el mismo Jesús vive este contraste entre fe y experiencia. Este contraste
aparece en los diferentes relatos: La Eucaristía, sacramento del amor y la
donación, es instituida por Jesús en
contexto de traición y abandono; en Getsemaní el que se considera Hijo aparece
muerto de miedo y angustia; el que es Hijo, ora confiadamente al Padre, pero
éste aparentemente no le escucha; vienen los enemigos y sus discípulos,
llamados a estar con él (Mc 3,14), le traicionan y abandonan; se declara
solemnemente Mesías ante el sanedrín y éste se burla de él; acusan a Jesús y
éste calla; Pilatos le reconoce justo, pero le condena; el pueblo prefiere
Barrabás a Jesús; los transeúntes se burlan de Jesús con unas afirmaciones que son burlas desde la
experiencia, pero verdad desde la fe: “¡el que destruye el templo y lo
reedifica en tres días!”; Jesús se siente abandonado y la respuesta histórica
es tiniebla, burla e incomprensión. Realmente la vida cristiana es una necedad
desde un punto de vista humano, pero sabiduría divina desde la fe. Esta es la
condición del cristiano que debe asumir, siguiendo a Jesús.
La celebración de la Eucaristía es presencia
sacramental de esta muerte y resurrección, invitando a todos los participantes
a unirse ahora a la muerte, haciendo la voluntad de Dios en cada momento, a
pesar de todas las experiencias negativas, para participar después su
resurrección.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
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