Jesús nos invita a nosotros, personal y eclesialmente,
a decir “adiós” a abandonar… Estamos en un globo, hay que quitar lastre para
elevar el vuelo, para alcanzar la meta…
v ¿Que soy
invitado a dejar… a decir adiós?
v ¡Qué ha de dejar
… a qué ha de decir adiós nuestra comunidad
… aunque duela?
Partir es, ante todo,
salir de uno mismo.
Romper la coraza del egoísmo
que intenta aprisionarnos
en nuestro propio yo.
Partir es dejar de dar vueltas
alrededor de uno mismo.
Como si ese fuera
el centro del mundo y de la vida.
Partir es no dejarse encerrar
en el círculo de los problemas
del pequeño mundo al que pertenecemos.
Cualquiera que sea su importancia,
la humanidad es más grande.
Y es a ella a quien debemos servir.
Partir no es devorar kilómetros,
atravesar los mares
o alcanzar velocidades supersónicas.
Es ante todo
abrirse a los otros,
descubrirnos, ir a su encuentro.
Abrirse a otras ideas,
incluso a las que se oponen a las nuestras.
Es tener el aire de un buen caminante.
Es saber decir adiós,
cuando uno escucha llamadas
que llegan desde dentro
y desde el horizonte
invitando a buscar nuevas formas de
vivir
vidas más fraternas, más eternas.
Es saber decir adiós
a tantas anclas que nos retienen
en el seno del puerto
y no nos dejan navegar
buscando la vida ligeros de equipaje
sin mochilas, sin maletas,
cabiendo en nuestro corazón,
en nuestros sueños,
en nuestro tiempo y proyectos
todos y todas los que salgan
a nuestro camino.
¡Qué alegría producirán
y Tú vendrás con ellos
y seremos hijos del Espíritu de la Vida.
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