Hay que tener un temple… Porque siempre
que corrijas a alguien, se van a alterar y, no digamos si pones por delante las
Palabras del Evangelio, entonces aparece una sonrisa burlona…
A los sacerdotes esto no les pasa,
porque aparte de ser una autoridad del bien, primero escuchan, después contestan
y se acabó el tema. Pero una simple ciudadana de a pié, lo tiene muy
complicado.
Ejemplo acaecido estos días:
-
Esa está como un cencerro… -me
dicen-
- Mujer, no está bien y aunque sea por compasión
no debes hablar así, necesita que le escuchen aunque diga incoherencias.
-
Digo lo que me da la gana y mientras más lejos mejor, es insoportable y es…
- No es normal y está siendo tratada
desde hace años. Es digna de caridad cristiana.
-
Si sigues así, te vas. Ya salió la que
habla ex cátedra…
Y hala “pa mi casa” piti piti... Sin
rencor, sin enfado y con un beso le dije: delante de mí no vuelvas a hablar así
de ella.
Ser laico, no es comprendido, a veces
ni bienvenido, pero y ¡Qué! Intentar “corregir” aunque te tachen de “lo que
quieran” es lo de menos si crees hacer lo debido.
Dicen que estoy fuera de “época” ¡vaya
por Dios! Y yo que creía que estaba en el 2019… -Jesús no es pasado, vamos juntos “al Súper”-.
El alma es lo único que tenemos eterno
y parece no importar demasiado, es triste ver como los “modernos y avanzados” han
ido reculando espiritualmente a los tiempos faraónicos… ¡Vaya un avance!
Emma Díez Lobo
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