domingo, 28 de abril de 2019

Yo quiero ir al cielo


       



                                                                                
No sé si sabrás que todo pecado lleva implícito dos consecuencias: La pena y la culpa. Por la culpa, penas el pecado perdonado en confesión, pero te salvas. Sin confesión, por la culpa del pecado, te condenas eternamente. 

La mayor Gracia que tenemos es el perdón que nos libera del infierno y una vez “salvados”, tenemos las “Puertas Santas” (Indulgencias Plenarias) para evitar los “miles de años” que habremos de estar penando los pecados perdonados -sufrimiento indecible-.

Yo lo hago y voy feliz, pero ¡qué desastre! en cuanto salgo del Templo… Incapaz de mantenerme santa y… ¡Venga! otra vez a esperar otra Puerta… 

Me pregunto si todos los bautizados vamos a librarnos, no ya de la pena temporal sino de la pena eterna (infierno).  Pues más bien no y dejan pasar los años sin ningún pudor (Jn 8: 31-42). Tremenda actitud irresponsable y tremenda tristeza de Dios.

No entiendo nada… Y no me extraña que llorara aquél día en Jerusalén (Lucas 19, 41-44), como hoy lo hace por ti que te comportas como aquellos incrédulos.   
        
No dudes de esta advertencia y lee La Palabra porque no tienes ni idea de lo que dice. Si no conoces la Verdad, no habrá perdón para ti que tuviste todas las oportunidades. Esto te preguntará:

-“¿Es que no me oíste? Te dejé a “Pedro” para salvarte y no lo hiciste” (Mt 16:19).   

Yo quiero ir al cielo y ¿tú? No te inventes, no imagines, no quites ni añadas una sola letra a la Palabra Escrita (Jn. 22: 18-19; Dt. 4:2), o te arrepentirás. 
      
Emma Díez Lobo

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