miércoles, 24 de abril de 2019

El termómetro espiritual




A estas alturas de la vida, yo creo que no hace falta explicar lo que es un termómetro: un aparato para medir la temperatura corporal. Ésta debe estar entre 36º y 37ºC, siendo así que cuando sube mucho indica alteración o infección en nuestro cuerpo, que, si pasa de los 43 º, las proteínas comienzan a deteriorarse y hay riesgo de muerte. Y si baja mucho de los 35ºC, nos conduce a una hipotermia que desemboca en el mismo camino. Esto es sabido por todos, y es casi un insulto a la sabiduría humana la explicación. Pero nos introduce en lo que viene a continuación.

Y es que hay también lo que podríamos llamar un “termómetro espiritual”. Entre 36 y 37 grados, es decir, en el devenir normal de la vida diaria, si es que somos personas religiosas, o con inquietudes religiosas, realizamos actos normales de piedad, tales como alguna oración en el día, la repetición de actos buenos, cumplir bien en el trabajo…llevamos una vida “normal”. Y en ese orden de cosas, estamos contentos, no nos duele nada, o sea, no nos duele el alma, porque está en el equilibrio de nuestra vida. No sentimos el alma. Dios está ahí, yo cumplo con Él, pero deseo y espero que no me complique mucho la vida. Además voy a Misa los domingos…

A veces la temperatura aumenta, la del cuerpo, y enfermamos; entonces nos acordamos de Dios, y aumenta nuestra piedad, por temor, no por amor. Es posible que sea un “guiño” de Dios…Nos curamos y seguimos nuestro plan de vida anterior.

Otras personas viven en una temperatura espiritual de 40ºC. Son los que caen en el lado “fundamentalista”: todo es pecado, hay que combatir al infiel, al que no cumple, envío por Internet mensajes amenazantes o murmuro con quien se ponga, de los errores y maldades de los políticos. Pienso que sólo es bueno el que va a la Iglesia, y los demás se van a condenar…No me miro adentro de mi alma, para ver cómo está de salud!! También, en el extremo opuesto, hay quien su temperatura es de menos de 35ºC, está en “hipotermia espiritual”, y piensa: yo voy a Misa los domingos, ya recé de joven en el “cole” muchísimos rosarios, por tanto no necesito más, eso sí: creo todo lo que enseña la Iglesia, pero no me complico la vida. Son tibios, ni fríos ni calientes.

De ellos dice el Apocalipsis: “…como no eres frío ni caliente, te vomitaré de mi boca…”(Ap 3, 15-19)Entonces qué hacer? Ponerse en Manos de Dios. Es el Camino. No podemos rezar por miedo, hemos de rezar por necesidad. Y si no la tenemos, decirle ante el Sagrario lo que nos pasa. “…no necesitan médico los sanos, sino los enfermos…” dice Jesús.

Decirle que me falta fe, que quiero creer. Que tengo miedo al Infierno, que no se si siquiera existe, y que acudo a Él porque es mi única salvación. Me duelen mis errores y pecados, no quiero seguir así.

Algún padre no se enternecería con una confesión así.

Probemos con Dios.

(Tomás Cremades) 
www.comunidadmariamadreapostoles.com


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