En este oasis de tranquilidad, ante el maravilloso
espectáculo de la naturaleza, se experimenta fácilmente lo provechoso que es el
silencio, un bien que hoy es cada vez más raro. Las numerosas oportunidades de
relación y de información que ofrece la sociedad moderna corren el riesgo, en
ocasiones, de quitar espacio al recogimiento, hasta hacer que las personas sean
incapaces de reflexionar y rezar.
En realidad, sólo en el silencio el hombre logra escuchar en lo íntimo de la conciencia la voz de Dios, que verdaderamente le hace libre. Y las vacaciones pueden ayudar a redescubrir y cultivar esta indispensable dimensión interior de la existencia humana.
María Santísima es modelo perfecto de escucha de Dios, que habla al corazón humano. Nos dirigimos a ella, pensando en los santuarios marianos del valle de Aosta y en las imágenes de la Virgen que se encuentran en las carreteras y a través de las sendas de montaña. Bendigo en particular la estatua de la Virgencita del Gran Paraíso, restaurada cincuenta años después de haber sido colocada en la cumbre de esa majestuosa montaña.
Que María, nos ayude a percibir en la belleza de la creación un reflejo de la gloria divina, y nos aliente a buscar con todas nuestras energías la cumbre espiritual de la santidad.
San Juan Pablo,
II
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