¡Cuántos niños han enviado sus cartas a los Reyes Magos! Aunque sea adulto, un año más, también quiero escribir mi carta, sencilla, como la de tantos chavales.
Queridos
Reyes Magos:
Os
escribo para compartir con vosotros mi lista de deseos. Como bien sabéis, el
2020 ha sido un año difícil y, por ello, creo que esta carta también será
difícil de escribir. Estoy convencido de que lo que os voy a pedir es un clamor
general. Y, aunque la firmo yo, podrían haberla escrito millones de ciudadanos
del mundo. Hombres, mujeres, niños, adultos, jóvenes, ancianos, empresarios,
trabajadores, estudiantes, creyentes, ateos…
Reconforta
pensar que toda la humanidad nos hemos unido en un mismo deseo para este
próximo año: el deseo de volver a la normalidad y superar la pandemia de la
Covid-19. Empezamos, según nos dicen, a salir del túnel, pero todavía nos falta
un buen trecho por recorrer. Estamos ansiosos por convertir la exigida
distancia de dos metros en la reconfortante cercanía de un abrazo, pero todavía
tendremos que esperar. Quedan días de incertidumbre, de distancia y de
prudencia. También de oscuridad, porque, por desgracia, la pandemia continuará
dejando víctimas. Muchas veces continuaremos sintiéndonos confusos.
Por ello,
os pedimos que pongáis en nuestra vida una estrella de Belén, como la que a
vosotros os guió hasta el pesebre para adorar al niño Jesús. Una estrella que
nos oriente en nuestro camino y que nos permita avanzar, sobre todo en medio de
las dificultades como las que estamos viviendo. Una estrella que nos conduzca
hacia la Estrella en mayúsculas, que es el mismísimo Jesús, que nos ofrece su
luz. Una luz que es la Palabra de Dios, capaz de revitalizar nuestros corazones
y darnos fuerza para vivir. Una luz que hará crecer nuestra fe y nos llevará a
alcanzar, algún día, nuestra meta última: el encuentro con Dios. Una luz que
nos ayudará a ver con claridad que, a pesar de todo, la vida es el mejor regalo
que jamás hayamos recibido. «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina
en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12), nos
dice Jesús.
Siguiendo
esa luz descubriremos, además, que Dios nos invita a alcanzar metas más altas,
pero sobre todo a tocar el cielo. Es la misma luz que nos ayuda a recordar a
las personas que nos han dejado el pasado año, muchas de ellas afectadas por el
coronavirus. Una luz que también nos permita alumbrar a las personas que aún
sufren las secuelas de esta terrible pandemia.
Ojalá
que, siguiendo la estrella de Belén, nos demos cuenta que nosotros también,
unidos a Cristo, podemos ser estrellas y que hemos nacido para brillar. Estamos
llamados a iluminar, no solo nuestros pasos sino también los de todos aquellos
que caminan a nuestro lado, para mostrarles que Dios los ama.
Queridos Reyes Magos, os deseo un feliz año y me
despido pidiéndoos que recéis por la humanidad entera.
† Card. Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
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