Fortísima me parece, la
vivencia de Dios que nos hace llegar el autor del Salmo 39. Se siente herido y
humillado por un enemigo a quien intenta olvidar pero no lo consigue. Ante esta
realidad pide a Dios Sabiduría para poder cerrar sus heridas: "Hazme saber
Señor mi fin, cuál es la medida de mis días para que sepa lo frágil que
soy" (Sal 39, 5).
Dios ilumina su corazón
y entre líneas le dice: ¿A qué viene tanta agitación si la vida del hombre no
es más que un soplo, una sombra que pasa? ¿De qué le sirve a un hombre afanarse
por acumular riquezas, honores y demás, a veces a base de codazos, si no podrá
evitar que el soplo de su vida se apague?
Este Salmo anuncia
proféticamente a aquel hombre del que nos habla Jesús; la cosecha de sus campos
fue extraordinaria y en su necedad lo único que pensó fue en hacer graneros
mayores donde almacenar sus patatas, maíz, arroz... etc.
Su mente y su corazón
solo servían para contar sus ganancias... y Jesús dice de este hombre: ¡Necio!
¡Esta misma noche te reclamarán el alma! (Lc 12, 20) Sí, realmente necio de
solemnidad porque todo su ser se volcó en "sus cosas" y no en
"las cosas de Dios" que anhelaba su alma y nunca la hizo el menor
caso... ni a ella ni a Dios.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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