Creo que os habréis dado cuenta en muchas ocasiones, pero, por si os ha pasado desapercibido, quiero recordaros que el ser humano solamente se realiza si ejercita cuatro miradas: hacia fuera, es decir, hacia el mundo; hacia arriba, es decir, la trascendente; hacia dentro, es decir, hacia su interioridad, y hacia delante, es decir, si mira el fututo. Son cuatro movimientos esenciales que implican abrirnos al mundo (la naturaleza, los hombres), al misterio de Dios, a la íntima realidad humana y al sentido de la historia total. Cuando no se dan estos movimientos al mismo tiempo, se pierde la esperanza. ¿Qué está pasando en nuestra cultura en estos momentos? ¿Por qué hay desesperanza? Como no se dan estos movimientos a la vez y además se da una marginación u olvido de alguno de ellos, se produce una profunda soledad, que genera pesimismo y desesperanza.
La
presencia de Dios, que se nos ha revelado en Jesucristo en la vida personal y
en la historia de los hombres, tiene una importancia capital para el presente y
el futuro de la existencia humana. El tema de Dios no es secundario en la
construcción de un mundo con esperanza. Con la marginación de Dios de la
conciencia del hombre y del horizonte de la sociedad, se pone en cuestión el
significado mismo de la vida humana. Poner en cuestión a quien se nos ha
revelado diciéndonos que es «el Camino, la Verdad y la Vida» es de tal
trascendencia que nos podemos imaginar las consecuencias que trae. Suprimidos
los criterios objetivos de verdad y moralidad, ¿qué importancia tiene la vida
humana? La importancia que le quieran dar quienes tengan el poder y la fuerza.
La importancia de Dios en la existencia del hombre para crear futuro, para ser
creativos, para tener esperanza, es definitiva. Baste el ejemplo de todos los
artistas que trabajaron delante de Dios, bajo su mirada. ¿Qué habría sido de la
historia del arte sin ellos? Trabajaban para la eternidad. Y la contemplación
de sus obras nos traslada a la eternidad. Cuando los artistas retiran a Dios de
su horizonte, ¿es posible hacer un arte semejante en grandeza al que hemos
conocido?
En esta
línea, sin la presencia de Dios, ¿qué es del prójimo? En la parábola del buen
samaritano vemos que, sin la presencia de Dios en el camino, peligra de una
manera singular el prójimo. Peligró con el marxismo en Europa, que fue el
último proyecto ético con pretensión de ultimidad y de universalidad. Pero hoy
peligra por la absolutización del individualismo. Es más, hoy se quita de en
medio al prójimo y se pone en el centro al individuo. El individuo se convierte
en el centro del universo, no está dispuesto a ordenarse a ninguna meta
comunitaria, ni a relativizarse a ningún valor absoluto, ni a elevarse a nada
que le trascienda. Eso se está dando hoy en nuestra cultura. ¿Cómo no va a
existir desesperanza? El ser humano se sitúa al margen de la esperanza porque
no tiene a nadie a su lado que le entregue el presente y el futuro manifestados
en Jesucristo.
Os invito
a tener la misma actitud de san Agustín para volver a la esperanza. Más que una
actitud, fue la decisión de dejarse convertir por Dios, contemplando la
condición humilde y encarnada del Dios cristiano. Qué fuerza tiene siempre
reconocer que es precisamente la humildad de Dios la que revela su gloria. Qué
expresión de tanta belleza la de san Agustín: «Yo no era humilde para reconocer
por mi Dios al humilde Jesús, ni sabía de qué cosa pudiera ser muestra su
flaqueza» (Confesiones, 7, 18, 24). Quien deja que se acerque a su vida Jesús y
le sigue, sabe quién es Dios y quién es su prójimo, sabe que tiene que ser
hombre para Dios y hombre para los demás, con los mismos gestos y actitudes que
Jesús. Y sabe que la esperanza le acompaña siempre. Contemplar a Jesucristo es
contemplar cómo se solidariza Dios con el hombre: hay un abajamiento de Dios a
las criaturas con la consiguiente elevación de la criatura a la dignidad de
Dios. Donde Dios se hace debilidad y donde Dios se hace servicio, allí la
igualdad tiene su cátedra, la bondad su norma, la compasión su medida.
Con gran
afecto, os bendice,
+Carlos,
Cardenal Osoro Sierra
Arzobispo
de Madrid
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