La esperanza de un cielo, por supuesto, la esperanza de que el virus deje de existir, absurdo de momento. Lo que tenemos que pedir son cosas concretas al Estado y a Dios. ¡Qué desaparezca la mentira votada por los que hoy son huérfanos y viudos!, que el bueno se mueva y hable, que las oraciones hagan un efecto de calma aunque sea pequeñito, qué las misas en Internet sirvan a Dios para espiar nuestros pecados con actos de Contrición; que… Que el mal se acerque tanto a los infames como para ver los ojos del diablo y se pasmen.
No salgo, no respiro, no amo, no hago nada por mi País, tan solo escribo, coso, colecciono arenas, estampas, rezo y miro por la ventana el ¡no sé qué! porque no hay nada que mirar, hasta la nieve se ha marchado… ¡Madre mía! Cuánto ha cambiado mi vida, la tuya, la de medio mundo, porque el otro medio es indiferente al dolor y aniquila vidas sin piedad.
Emma Díez Lobo
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