Uno de los mayores desprecios que podemos hacer a Dios es tener una relación con Él basada en apariencias, en fin, para que se quede contento.
Entendamos
esto: ¡No es Dios quien te necesita a ti sino tú a Él! Le necesitas para que tu
impulso natural hacia la Vida Eterna no quede en un aborto. Quien vive una
relación de apariencias con Dios hace el mismo ridículo que esos israelitas que
en su estupidez decían: "No importa, Dios no se entera..." (Sal
73,11).
Hablamos
de una relación vacía y además pesadísima... Está gente reza que te reza
mientras que su corazón está lejos de Dios como dice Jesús (Mt 15,8). Hoy vemos
a Jesús que entra en la Sinagoga de Cafarnaúm. Hay un dato que muestra que el
demonio, maestro en fomentar nuestras apariencias con Dios, campa a sus anchas
en la asamblea.
Digo
esto porque apenas inicia Jesús la predicación los demonios elevan su protesta:
¿Qué tenemos que ver contigo Jesús, Hijo de Dios? Así es ante la presencia del
Hijo de Dios, presencia que acontece cada vez que se predica el Evangelio en su
Nombre, Satanás que es padre de la mentira, de las apariencias, se revuelve
porque pierde poder en sus dominios. Como lo perdió en esta sinagoga ante la
imprecación de Jesús: ¡Cállate y sal de él!
P.
Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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