Como es sabido, cuando Santiago apóstol cae en domingo tiene lugar el Año Santo Compostelano, en Galicia; un Año que, debido a la pandemia, se prolongará durante todo el 2022. Por este motivo, probablemente durante los meses que vienen, oiremos hablar mucho del Camino de Santiago. Seguramente, algunos de vosotros os estáis planteando hacerlo, en la modalidad y recorrido que sea y en grupos de amigos, familia o por parroquias. Hay también quien lo ha planteado desde la soledad y el silencio de caminar sólo en compañía del polvo del camino, de fusionarse con el cielo y la Creación, de reflexionar, de recibir y dar solidaridad y disfrutar de la compañía ocasional de quien hace el mismo camino y quiere vivir la misma experiencia. Sin embargo, todos hemos oído contar algunas de estas experiencias, o incluso tenemos alguien conocido que lo ha hecho. Y en casi todos los casos, la experiencia ha resultado especial: «El camino te cambia», «no vuelves igual», el camino «te ayuda a encontrarte a ti misma» o «lo volveré a hacer» …
Seguir
por los caminos de Santiago con la idea de buscar una experiencia espiritual
única, es una decisión importante. Se trata de una peregrinación, y hay que
prepararla, hay que prepararse y, sobre todo, hay que ponerse en «modo» de
búsqueda. Hay un camino físico, que se hace paso a paso, kilómetro a kilómetro,
pero hay un camino espiritual que es interior, personal y único, donde se busca
la conexión con nuestro interior, con la semilla de Dios que llevamos en nuestro
corazón. Quien peregrina tiene ante sí una gran metáfora de la vida que le
permite librarse de todo y buscar la experiencia necesaria desde el anonimato y
lejos de las etiquetas sociales, laborales o religiosas. De hecho, podríamos
decir que quien peregrina a Santiago lleva su vida y sus anhelos en la espalda,
en aquella pequeña mochila.
Aparte de
las diversas tradiciones que nos han llegado sobre Santiago, lo que es cierto
es que la figura del apóstol es un referente de las primeras comunidades
cristianas, junto con Pedro y Juan. Y destaca en una cosa, como recoge el libro
de los Hechos: Santiago ―a pesar posibles reticencias iniciales― se decanta
decididamente por la universalidad de la fe cristiana, por la acogida de los
paganos y para abrir las puertas a todo el mundo: «Por tanto soy de la opinión
que no debemos poner obstáculos a aquellos paganos que se convierten a Dios»
(Hch 15,19). Y en este sentido la experiencia del camino de Santiago tiene de
alguna manera esta dimensión universal.
Estamos a
las puertas del mes de agosto, el mes que de algún modo marca la transición
entre un curso y otro, que relaja nuestras actividades pastorales y sirve para
trabajar las propuestas futuras. Quizá también en casa experimentamos un mes
diferente. Es cierto que, en este año de pandemia, el verano volverá a ser
seguramente diferente para muchos de nosotros, pero también puede ser una nueva
oportunidad de reencuentro personal, recorrer una especie de camino de Santiago
interior que ayude a liberarnos de los miedos que la pandemia nos ha traído, de
vencer las dificultades que han aparecido en nuestras vidas y de afrontar las
perspectivas inciertas que se hayan depositado en nuestros corazones. Como
cuando haces el camino de Santiago, en los momentos actuales hay que darnos
permiso para escucharnos a nosotros mismos y descubrir las respuestas a
nuestras preguntas más importantes. Porque normalmente las respuestas a estas
preguntas las ha escrito Dios mismo dentro de nuestros corazones.
Os hago
llegar mi deseo de un buen verano,
† Joan
Planellas i Barnosell
Arzobispo
metropolitano de Tarragona y primado
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