Durante años me preguntabas por qué no te ibas con Dios, que ya no querías estar aquí y yo te decía: “No te preocupes, Dios lo tiene en mente pero aún no parece ser el momento”...
Le pesaban horrores
su más de 102 años y no hubo un día que no clamara a Dios por ese esperado viaje.
Pero ayer a su nombre, Victoria, llegaba como en un sobre sin sello el ansiado pasaje
al cielo.
Ella era parte de
mi tiempo de mi quehacer diario. Amiga querida, te echo de menos; mi bolsita
con tus llaves y las mías, ya no existe más, tantas cosas han dejado de
existir...
Ya volaron tus
años, tus incapacidades, tu tristeza y tus sueños de antaño ¡Cómo recordabas a
tus padres y hermanos! Pero ya no hace falta hablar de ellos ni de las vides de
tus tierras, ni de tu lengua vasca, ni yo de enseñarte todo lo que hacían mis
manos... Ya estás en casa, al fin has dejado de recordar para vivir.
Rezaba por ti para
que no te apenaras y siguieras aquí, te quería en mi egoísmo, pero hoy dentro
de la tristeza, tu marcha me consuela.
Por tu cansancio, dependencia,
dolor y angustia de vida, Dios te redime
de cuánto necesitas para estar con Él y los tuyos. No dudes de su misericordia
y comprensión.
Gracias por tu
existencia y no te olvides, ahora te toca a ti velar por nosotros, los
“impedidos”.
In memoriam
29/6/2021
Emma Díez Lobo
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