Bajé
del barco en Haifa y allí estaba el guía israelí, quien aprendió más de lo que
sabía porque yo me había estudiado durante medio año, el recorrido particular
que quería hacer. No, no era una turista normal...
Doce
horas al día, de sitio en sitio, mirando, pensando, rezando y tachando los
lugares escritos de mi querida lista. Era como un sueño... Bethsaida; Tel Hadar
(2ª multiplicación de los panes); lago Tiberiades, donde hay cuatro piedras
grandes en la orilla, yo imaginaba sus barcas ancladas a ellas; Naín, donde
Jesús resucitó al hijo de la viuda; Séforis, lugar exacto de la casa de los
padres de María; Siloé, piscina del milagro, etc.
En
Cafarnaúm paseé por sus “calles” estrechas, todo era gris azulado como hecho de
lava; su sinagoga destruida donde imaginaba a Jesús hablando a sacerdotes, y muy
cerca, la casa de Pedro... ¡Cuánto tiempo estuve!
Pisé
Corazín, ciudad condenada como Cafarnaúm por su falta de fe. Ciudades donde Jesús
hizo más milagros que en cualquier otra parte, y ¡Claro!, normal que se
enfadara...
Aunque
se aprovechaban de su bondad y Él lo sabía, solo Le importaba la Fe a su
Palabra, pero ni condenando, ni dando su Vida por ellos, creyeron.
¡Si vieras Jesús, la cara que me
pusieron en el barco! ¿Pero Ud. que lleva?, pues tesoros... No podía tirar del
bolsón lleno de piedras y arenas de tu tierra, tu mar y el mío, Tu Existencia…
Gracias por llevarme a tu mundo, pisar por donde Tú pisaste y llenarme de
Ti…
Emma Díez Lobo
No hay comentarios:
Publicar un comentario