Fijamos nuestra atención en este texto: “Los que no confían en los ídolos gozarán de la presencia del Señor” (Sl 24,4). En la misma línea, Isaías censura a quienes se postran ante las obras de sus manos (Is 2,8,). El profeta no amonesta a quienes gracias a sus esfuerzos progresan socioeconómicamente; nos alerta para que este progreso no haga de las obras de nuestras manos un culto a nosotros mismos y dejemos de lado a Dios. Los discípulos de Jesús estamos en el mundo y colaboramos con nuestro trabajo a aumentar el bienestar del mundo, pero no ponemos lo que somos y hacemos en nuestras manos sino en las de Dios.
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