domingo, 4 de julio de 2021

‘Oremos por las vocaciones’

 

Los cristianos sabemos muy bien que la oración es un aspecto fundamental de nuestra vida cristiana. Por medio de ella establecemos relación personal o comunitaria con Dios, nuestro Padre, con Jesucristo, con la Santísima Virgen y con los santos. Dios, ciertamente, no necesita nuestras súplicas ni nuestras bendiciones le enriquecen, pero nosotros sí necesitamos la oración para percibir su presencia cercana, para descubrir su voluntad y para orientar el camino de cada día con la luz de su Palabra.

La práctica de la oración es la forma más habitual para responder al infinito amor de Dios, para prestarle adoración y para reconocer lo que es suyo, como puede ser nuestro tiempo y los constantes dones recibidos de Él. La oración es el ejercicio de la verdadera adoración que la criatura debe a su Creador y de la auténtica religiosidad. Aunque la religiosidad no se puede reducir a la oración, sin embargo, la invocación a Dios y la escucha de su Palabra en la oración con el paso del tiempo nos permiten “con-sentir” a Dios, sentir con Él y como Él, entregarle la existencia a Él y a los hermanos. En este proceso de transformación interior que se produce en la oración, el cristiano ha de empezar por asumir que Dios está siempre en el principio de todo y que la adoración es siempre el fundamento de toda la vida cristiana.

Durante estos últimos años, en nuestra diócesis como en todas las diócesis de España, hemos contemplado con dolor el cierre de algunos monasterios como consecuencia de la avanzada edad de las monjas o por la sequía vocacional del momento. Así mismo, estamos experimentando también un descenso de vocaciones a la vida sacerdotal y, consecuentemente, una dificultad para atender pastoralmente todas las parroquias.

En medio de todo, hemos de dar gracias a Dios porque el próximo día 4 de julio, a las 18 horas, en la concatedral de Guadalajara, tendremos la dicha de celebrar la ordenación diaconal de Enrique. Aunque aún está en proceso de formación, según el parecer de quienes le conocemos y tratamos, reúne las condiciones necesarias para ser admitido en el orden de los diáconos, en espera de la ordenación presbiteral.

Las familias y las comunidades cristianas, además de dar testimonio de la centralidad y de la necesidad de Dios para orientar el presente y esperar confiadamente el futuro, hemos de seguir orando confiadamente al Señor para que suscite nuevas vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. La Iglesia y el mundo de hoy necesitan muchos jóvenes y niños que respondan con generosidad a la llamada de Dios y que estén dispuestos a consagrar su existencia a la alabanza divina, al anuncio gozoso del Evangelio y al servicio incondicional a los hermanos, especialmente a los más necesitados.

Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.

 

+ Atilano Rodríguez,

Obispo de Sigüenza-Guadalajara

 

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