"Seréis como
dioses": esta es la promesa que Satanás hizo a nuestros primeros padres.
Ser como dioses supone seguir los dictados del padre de la Mentira -como Adán y
Eva- prescindiendo de la Sabiduría de Dios. La problematización es que estos dioses
son todo apariencia como dice el salmista: "Tienen boca y no hablan, ojos
y no ven, oídos y no oyen..." (Sal 135, 15-17). A esto añade que los que
se apoyan en estos dioses que no son más que apariencia, terminan siendo a
imagen y semejanza suya… de su apariencia (Sal 135, 18).
Los que ponen su
corazón en ellos bloquean los impulsos interiores hacia la Transcendencia
propia de su ser. Una persona ajena a su ser transcendente siempre será alguien
incompleto aunque tenga medio mundo a sus pies, reciba agasajos y premios allá
por donde pasa.
Todo termina
siendo el simple confeti, porque la Vida que Dios ha puesto en su alma es
infinitamente mayor que sus "éxitos y logros", que de por si no
tienen por qué ser nocivos. Sea como sea, la buena noticia es que para Dios nunca
es tarde cuando un hombre decide sortear el abismo que existe entre las
apariencias y la Verdad. Como dijo Jesús a Pilato: "... Todo el que es de
la verdad escucha mi voz" (Jn 18, 37). Nunca es tarde para arropar nuestra
alma insatisfecha con la Voz de Jesús: su Santo Evangelio.
P. Antonio Pavía
https://comunidadmariama.blogspot.com/
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