Es un hecho que el miedo en general se hace presente en nuestra vida, en ocasiones diversas. Los discípulos de Jesús no estamos exentos de esta realidad pero tenemos a nuestro favor al Señor, que tiene poder para anular y someter nuestros temores acosadores.
En el Salmo 23, conocido como el del Buen Pastor, Jesús se nos presenta como Aquel que nos conduce a lo largo de nuestro existir, arrancando de nuestro corazón y nuestra alma todo temor incluso cuando nos tiene que llevar por valles de tinieblas, valles de los que todos, creyentes y no creyentes, tenemos experiencia. Leemos: "Aunque camine por valle de tinieblas no temeré porque tú vas conmigo; tu vara y tú cayado me sosiegan". Su vara para enderezar nuestros pasos cuando se tuercen y su cayado para convertir los abismos que se nos abren, en camino firme, como Moisés convirtió, por orden de Yahvé, el Mar Rojo, que impedía el camino a la libertad al pueblo de Israel, en camino transitable (Ex 14, 15...).
Nuestra vida alcanza su plenitud en Dios y es Jesús quien como el nuevo y definitivo Moisés el que nos conduce hacia Él (Jn 14, 6).
P. Antonio Pavía
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