viernes, 14 de abril de 2023

CARTA AL DOLOR

 


Querido dolor: He dudado entre escribir “querido” o “despreciable” y tras una breve meditación ya ves por lo que me he decantado, al final te explicaré tal decisión.

Despreciable sí que lo eres por tu presencia en sí y por tus formas. Eres muy hábil al manifestarte pues lo haces de miles de maneras y siempre, siempre de doble forma conjunta: física y moral, para quien te padece y para el que está a su alrededor.

Eres tan hábil como desvergonzado, tan cruel como astuto porque te presentas sin invitación, por las bravas y sin dejar resquicio para rechazarte.

Exasperas. Lo mismo apareces para breves minutos que para un tiempo indefinido o infinito. Te inmiscuyes en nuestras vidas de repente, sin previo aviso o lo anticipas con tiempo, si malo es aquello; peor, esto. Vamos a un viaje de placer y zas, tras una curva allí estás en pie enarbolando la guadaña o sentado en una silla de ruedas. Te muestras bajo la forma de una cama de hospital en una enfermedad incurable. Lo mismo te sufre el joven que el anciano, los padres que los hijos, no haces distinción entre pobres y ricos. Es más, incluso parece que te encarnizas con el más débil. Irrumpes inopinadamente en cualquier hogar y dejas al paciente marcado por tu acción física y a los suyos en sus facultades de espíritu. Siempre la doble forma: física y moral. Malo eres en lo físico, que a veces ni el analgésico más específico puede contigo, pero ¿y el moral?

A cuántas personas les “duele hasta el alma”, que diría el poeta, en el sufrimiento propio -léase el que padece una depresión, por ejemplo- o en el que está alrededor de ese ser depresivo, obsesionado por el falso abandono ajeno, falso, pero para él, patente. Gentes que se creen obstáculos en este mundo, hacen mutis por el foro voluntariamente y dejan un hueco que nadie podrá llenar nunca jamás. Personas que no se sienten queridas cuando están recibiendo todo el amor de sus allegados. Ambas partes sufren. ¡Cuánta dolorosa conmiseración!

Llegado a este punto te desvelaré mi inclinación por el vocablo “querido” cuando el cuerpo me pedía “despreciable”.

Muy sencillo: no hay resurrección sin cruz. O, dicho de otra manera, esperanza para los no creyentes. Virtud que todos la queremos y ansiamos, a ella nos aferramos porque la desesperación es peor que tú. Por ello concluyo pensando que eres un mal, si no necesario, sí, al menos, imprescindible para los esperanzados. Para los cristianos, subjetivamente así lo creo, una de nuestras principales cruces. No pienses que soy masoquista, pero quizá sí un poco estoico, pues intento sacar provecho de tu dolor, aquello de “hacer virtud de la necesidad”.

 

Valencia, abril de 2023.

 Pedro José Martínez Caparrós

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