En el texto anterior vimos a Jesús enviando a sus discípulos a todas las
naciones para " engendrar " discípulos suyos por la predicación del
Evangelio.
Respecto a la primera generación de discípulos de Jesús, nos fijamos en
Pablo, llamado directamente por Él e instruido en el Discipulado por la
comunidad de Damasco presidida por Ananías. (Hch 9,1-20). Pablo empieza a
predicar el Evangelio de Jesús y enseguida sufre el descrédito y
persecución por parte de aquellos que antes tanto le admiraban,
pero no se desanima, al contrario, se siente orgulloso de poder sufrir por
causa de Jesús a quien tanta ama. Bien sabe que su vida no está en manos de
quienes le odian, sino en las de Jesús que le rescató de tantas
vanidades.
Leamos sobrecogidos la confidencia
que hace a su compañero de misión Timoteo: "No te avergüences pues, ni del
testimonio que has de dar de Jesús, ni de mí, su prisionero - está en la cárcel
- al contrario, comparte conmigo los sufrimientos del Evangelio. (2 Tm 1,8).
Nos preguntamos: ¿De dónde le viene
a Pablo y a todos los que predican el Evangelio de Jesús, tanta Fuerza en la tribulación?
Pablo nos lo aclara en el mismo pasaje. “…Por este motivo padezco estos
sufrimientos, pero no me avergüenzo: sé bien en quien he puesto mi confianza."
(2 Tm 1,12). Sucede que Pablo vive ya las primicias de su resurrección gracias
a Jesús Resucitado (Jn 5,24).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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