San Francisco tenía ganas de morir para
Dios, pero no me refiero a él, sino a una hermana genial que no tiene miedo a
nada. Un día me dijo:
-Tengo unas ganas de morir bestiales…
-¡Jovar, hija! y ¿eso?, a mí me da un
yuyu importante ¡Menudo momentito!
- Tú es que no sabes, pero yo sí y es fantástico.
En cuanto muera, seré la persona más feliz del mundo. El misterio se me revelará
y, veré tantas cosas nuevas que no sabes, no sabes la ilusión que me da.
- Mujeeeeeeeerrrrr, tanto como ilusión…
- Pues sí, es genial, ¿es que tú, no?
- Yo debo ser normal, ni santa, ni
mística ni… ¡No, hija no!
- ¡Claro! es que tú…
- Yo ¡qué!
- Que tú no tienes fe
- ¡Ya estamos!... Lo que pasa es que
irse de la tierra para no volver (como la Isa canaria) pues como me da gran pena:
La familia, los pajaritos, las nubes, los ríos…
- ¿Ves como piensas? Así no se puede…
Todo es mucho mejor allí y ¿tú que sabes si hay más pájaros que aquí?
- Pues tienes razón, viéndolo así…
- ¿Qué andáis hablando?
-Señor, cosas de mi hermana sobre tu Reino,
del “paso” hacia el cielo…
- ¡Andad y vivid llenando la maleta de
buenas obras y dejad de elucubrar sobre éste lugar! Todo llegará. Cuando os
pida, como en las fronteras, que abráis “el equipaje”, será mi juicio y el
vuestro dónde os lleve “la mercancía”…
- ¿Ves? Ya lo decía yo, hermana, la
cosa tiene “bemoles”…
- ¡Ya! pero tengo unas ganas…
- ¡Mujeeeeeeeerrrrr!
Emma
Díez Lobo
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