El Jubileo
del perdón y de la misericordia es una invitación a entrar por la puerta de la
salvación, que es Cristo, y vivir como Iglesia en salida para acercarnos a los
que sufren.
Es un año de
Gracia donde, trabajar la misericordia y el perdón, nos abre a unas relaciones
nuevas en la sociedad, en las parroquias, en las comunidades…
¿Cómo lograr
los objetivos de un año donde la contemplación del Corazón misericordioso nos
debe llevar a una profunda reconciliación? ¿Cuál sería el alma de nuestro XIV
Sínodo Diocesano donde estamos metidos de lleno, en este Jubileo de la
Misericordia?
La vida de la
Iglesia es Cristo vivo que, a través del Espíritu Santo, nos introduce en la
profunda Misericordia del Padre, ¿Qué debemos cuidar en este año de la
Misericordia?
1. A través
de los salmos, especialmente los 10 salmos de la Misericordia, expresamos como
se nos ha revelado esa Misericordia de Dios, que tiene su culminación en el
rostro misericordioso de Cristo. Los salmos son expresión de la vida de
oración de todo creyente, del encuentro de Dios con el hombre que lleva a la
experiencia de alabanza, de perdón, de acción de gracias… manifestando todas
las actitudes que se dan en el corazón de la persona que ora.
2. Las
parábolas de la Misericordia, nos recuerdan la ternura del Padre que siempre
acoge y perdona a los hijos destrozados por la vida. La lógica del “uno” que se
refleja en las parábolas (un hijo, una oveja, un dracma…), nos habla de la
locura del Amor de Dios por cada uno de nosotros, nos lleva a una
espiritualidad que nos ayuda a experimentarnos infinitamente amados por el
Señor de un modo personal y único.
3. Los
grandes textos al servicio de la Misericordia de Dios con los pobres en los
Santos Padres. La Tradición con mayúsculas en la Iglesia, a través de los
Santos Padres, ha desarrollado de una manera bellísima la Misericordia del
Señor con los más pobres y necesitados, los predilectos de su corazón.
4. Ojos de
Misericordia de la Madre de Dios. María, Madre de Misericordia, es la persona
que más se ha identificado con los proyectos del Corazón de Dios. Volver la
mirada a esos ojos misericordiosos de Madre nos introduce en lo más profundo de
la vida cristiana, del Evangelio.
5. La
práctica de las obras de Misericordia. Una espiritualidad que no aterriza en el
amor y servicio a los pobres ha “descafeinado” la Misericordia del Evangelio.
Es verdad que cada vez que llamamos a Dios Padre, Él nos responde: ¿Dónde está
tu hermano? La práctica de las obras de Misericordia, materiales y
espirituales, nos lanza un buen programa para vivir un Año de Misericordia que
nos ayude a llegar al Corazón de Dios y al corazón de los hermanos.
+ Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres
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