Jesús resucitado, Señor de la historia
La
segunda lectura presenta un himno a Jesús resucitado porque ha recibido de Dios
Padre el libro de la historia. El libro del Apocalipsis ofrece una panorámica
de la Historia de la salvación, en la que habrá dificultades, persecuciones,
muertes e incluso derrotas parciales, pero al final tiene lugar la victoria de Dios
por medio de Jesucristo. Al comienzo de sus visiones, el libro narra la escena
dramática de la humanidad dolorida porque parece que el libro de la historia no
tiene dueño y no hay quien lo abra, pero Dios Padre lo entrega a Cristo
resucitado, el Cordero degollado, a quien constituye jefe y salvador. Con ello
se nos enseña simbólicamente la riqueza que tiene la resurrección de Jesús: con
ella se ha realizado el plan de Dios en la historia y ya se ha conseguido la
cosecha del Reino de Dios. Ya es realidad la nueva humanidad, el cielo nuevo y
la tierra nueva. Ahora es el tiempo de distribuir la cosecha, porque Dios
quiere que la conozcan todos los hombres y todos se aprovechen libremente de
ella.
Los
cristianos, que ya compartimos la gracia de la nueva humanidad, tenemos la
tarea de darla a conocer y de trabajar para que la historia que se construye
cada día, esté orientada a esta nueva humanidad, en que reine la justicia, la
fraternidad y el amor. Para ello contamos con la ayuda del Espíritu Santo. Pero
en esta tarea nos encontramos también con las fuerzas que luchan por todo lo
contrario, por el mundo del egoísmo, la injusticia y la insolidaridad. Actúan
desde el poder político, económico y
cultural con unas fuerzas aparentemente
superiores a las nuestras. E inevitablemente habrá lucha. La certeza de que la
victoria es nuestra es un acicate para luchar, conscientes de que estamos en el
justo camino y que la victoria final ya ha tenido lugar.
La
primera lectura habla de cristianos perseguidos por las autoridades que
prohíben dar testimonio y “contentos de haber merecido aquel ultraje”, porque
estaban ciertos de la resurrección de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo
daban testimonio. El Evangelio, por su parte, habla de solidaridad y amor.
Jesús se aparece y comparte con un grupo de discípulos que actúan
solidariamente; en la segunda parte del relato Jesús confía sus ovejas de una
manera especial al que ama también de una manera especial. Solidaridad y amor
dentro de la comunidad son también necesarios para llevar adelante la tarea de
construir la nueva humanidad, junto con Jesús. Nuestra forma de vida es la
primera manera de hacer historia, pues debe ser testimonio elocuente de la
nueva humanidad que anunciamos. Por eso la división de los cristianos es un
antitestimonio.
En
la celebración de la Eucaristía actualizamos la escena del Evangelio. En ella,
unidos solidariamente, celebramos la presencia de Jesús en la oscuridad de la
fe. Ninguno pregunta quién es porque todos sabemos que es el Señor el que está
en medio de nosotros. Él prepara la comida, pero nos pide que cada uno pongamos
un trozo, que sea fruto de nuestro trabajo por un mundo mejor. Y así fortalece
nuestra condición de testigos de la resurrección.
Rvdo. D. Antonio
Rodriguez Carmona
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