Hay personas que pertenecen a algún tipo de
club. El hecho de ser socio de ciertos clubes es motivo de orgullosos y da un
cierto prestigio social.
El más importante de todos, aunque quizá no
sea el más prestigioso socialmente es el club de los cristianos. Pertenecer a
él, según en qué países, últimamente no solamente carece de ese prestigio, sino
que sus socios están mal vistos, cuando no, perseguidos y predestinados al
martirio. Esta adversidad es lo que nos produce la mayor honra, honor y orgullo;
precisamente por dichos contratiempos, todos los que lo engrosamos estamos muy
satisfechos y sentimos un gran gozo de pertenecer al mismo.
Los fundadores de esos clubes suelen ser
personas tenidas por muy honorables, pero ninguno tanto como el nuestro.
Nuestro fundador, Jesús, les supera a todos
en dignidad y prestigio. Nadie hizo por sus miembros tanto como Él por sus
seguidores. Murió en el intento, pero no solo murió, sino ¡qué clase de muerte
eligió! Además se presentó voluntario
para tal fin. Vio que el ser humano estaba condenado a llevar una vida desesperanzada
en este mundo y una insatisfactoria condena eterna en la futura.
Entonces se propuso solucionarlo, no le
éramos necesarios, pero su amor por la humanidad le impedía no hacer nada.
Sabía que le íbamos a fallar, que le íbamos a
ser infieles, que ni siquiera se lo íbamos a agradecer, pero no le importó,
siguió con su plan. También no solo nos rescató, sino que se las compuso para
marcharse a prepararnos unos aposentos eternos y a la vez permaneció entre
nosotros para ser nuestro acompañante diario, para ser nuestro soporte
esperanzador, para ser nuestro paño de lágrimas, para que pudiéramos acudir a
Él siempre que lo necesitáramos, fuese para lo que fuese, para ser la roca
firme en la que fundamentar nuestra debilidad y en el colmo de la locura de
amor para ser nuestro sustento diario. Y todo esto totalmente gratis, solo nos
pide una cuota mínima de amor; e incluso pasando a ser morosos Él sigue
ayudándonos y no nos expulsa y nos sigue permitiendo la entrada y participación en todos los actos organizados
en club tan selecto.
¿Es o no para estar orgullosos del fundador
de nuestra Iglesia?
Gracias, Jesús.
Pedro
José Martínez Caparrós
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