martes, 19 de abril de 2016

Club selecto



Hay personas que pertenecen a algún tipo de club. El hecho de ser socio de ciertos clubes es motivo de orgullosos y da un cierto prestigio social.

El más importante de todos, aunque quizá no sea el más prestigioso socialmente es el club de los cristianos. Pertenecer a él, según en qué países, últimamente no solamente carece de ese prestigio, sino que sus socios están mal vistos, cuando no, perseguidos y predestinados al martirio. Esta adversidad es lo que nos produce la mayor honra, honor y orgullo; precisamente por dichos contratiempos, todos los que lo engrosamos estamos muy satisfechos y sentimos un gran gozo de pertenecer al mismo.

Los fundadores de esos clubes suelen ser personas tenidas por muy honorables, pero ninguno tanto como el nuestro.

Nuestro fundador, Jesús, les supera a todos en dignidad y prestigio. Nadie hizo por sus miembros tanto como Él por sus seguidores. Murió en el intento, pero no solo murió, sino ¡qué clase de muerte eligió!  Además se presentó voluntario para tal fin. Vio que el ser humano estaba condenado a llevar una vida desesperanzada en este mundo y una insatisfactoria condena eterna en la futura.

Entonces se propuso solucionarlo, no le éramos necesarios, pero su amor por la humanidad le impedía no hacer nada.

 Sabía que le íbamos a fallar, que le íbamos a ser infieles, que ni siquiera se lo íbamos a agradecer, pero no le importó, siguió con su plan. También no solo nos rescató, sino que se las compuso para marcharse a prepararnos unos aposentos eternos y a la vez permaneció entre nosotros para ser nuestro acompañante diario, para ser nuestro soporte esperanzador, para ser nuestro paño de lágrimas, para que pudiéramos acudir a Él siempre que lo necesitáramos, fuese para lo que fuese, para ser la roca firme en la que fundamentar nuestra debilidad y en el colmo de la locura de amor para ser nuestro sustento diario. Y todo esto totalmente gratis, solo nos pide una cuota mínima de amor; e incluso pasando a ser morosos Él sigue ayudándonos y no nos expulsa y nos sigue permitiendo la entrada  y participación en todos los actos organizados en club tan selecto.

¿Es o no para estar orgullosos del fundador de nuestra Iglesia?

Gracias, Jesús.


Pedro José Martínez Caparrós

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