domingo, 10 de abril de 2016

Una esperanza más

                                                                                 
Me encontraba sentada tomando un café cuando alguien me preguntó si podía sentarse en mi mesa, la conocía de vista y no me importó, al contrario.

No sé cómo sucedió que a los 10 minutos le estaba hablando de Jesús. ¡Pobre hija! No sabía ni los nombres de los apóstoles (española bautizada). Le conté pasajes cruciales del Evangelio haciendo hincapié (con ímpetu) en que yo no hablaba sobre una religión, sino sobre un Hombre que había muerto de amor por ella.

De vez en cuando me sacaba el tema de los budistas etc. Le dije: Sí, son maneras de vivir con dioses de “madera”… Pero escucha, esto es “otra historia”. En este momento Dios está aquí, entre nosotras, porque estamos hablando de Él (“Dónde haya 2 o más personas hablando de Mí, ahí estaré Yo”). Le sorprendió...

- ¿A qué lado de mi hombro está? Me preguntó. No sé ¡qué graciosa, si no Le puedo ver!, le contesté; pero te rodea su “presencia”.

La mujer ni siquiera sabía donde acababa el Antiguo Testamento ni dónde empezaba el Nuevo… Y le hable de la Puerta Santa y de las Indulgencias plenarias (como si le hablara en chino). Pero después de explicarle, se apuntó para ir conmigo el Domingo.

- No sé confesar, nunca lo he hecho, me dijo… No importa le aclaré, el representante de Cristo te ayudará. Desde el Apóstol Pedro, es el único que puede hacerlo al estar Consagrado por el Espíritu Santo, ¿te acuerdas de las lenguas de fuego sobre sus cabezas?: “A quien perdonéis los pecados, les serán perdonados en el cielo, a los que se los retengáis, les serán retenidos…”).   

- Has hecho feliz a Dios ¿sabes? Y no por Él, sino por lo mucho que sufriría por ti si no consigues salvarte y, eso depende sólo de ti. No Le des la espalda. ¡Nos vemos!


    Emma Díez Lobo  

No hay comentarios:

Publicar un comentario