jueves, 7 de abril de 2016

¡Pufff! con los bajones…


                                 
 Pues sí, no siempre uno está genial… El hombre muchas veces cae en angustia terrenal y me tocó… ¿Estaré volviéndome fanática y nada existe? No quería hacerme más preguntas mientras mis ojos se llenaban de lágrimas por mi tristeza personal; dije: Señor haz que después del Rosario me duerma y todo pase.

A la habitación le faltaba un corazón, estaba vacía de cariño humano, lo mismo que cuando no tienes fe y miras lo que te rodea y lo que eres: Un montón de huesos, con pelo, extremidades y cara.

Me dormí…

Al abrir los ojos me sentí “desamparada”… ¿Tal vez en estos débiles momentos, el diablo ataca? ¡Dios mío! Qué fácil es caer en la soledad de espíritu; qué fácil creer cuando todo marcha y que difícil cuando nada a tu lado cambia.

Te olvidas de lecturas, palabras, Muerte…  Entiendo que no somos Santos, sino del montón de los tropecientos mil y ¡claro! lo tenemos fatal, pero me dije, ellos son la prueba palpable de la compañía de Dios.

¡Agárrate a los milagros! Me dije y, recordé las enormes Gracias que Dios me había dado y aunque no se nos aparezca nadie celestial (a ellos sí, qué suertaza), no importa, es lo mejor qué Dios ha decidido para nosotros, pero…   
¡Caray con el caminito!, o te caes en un socavón que no ves ni torta o te topas con una roca qué ya ya… Me hace gracia cuando dicen: “Dios quiere que seamos felices”, ¡Genial frase!, pero Jesús no lo fue y yo tampoco. A mí que me dé una cuerda para salir de los boquetes y una escalera para pasar al otro lado de la roca… Es lo que quiero. 
 
-“Y te los doy, espero aprendas a usar “la cuerda y la escalera”; cuando superes obstáculo tras obstáculo, sabrás que estoy contigo. 

¡Vale! Es el duro combate de la fe, de la tristeza y de las sempiternas pruebas de Dios.  


Emma Díez Lobo                                 

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