Todo ministerio de san José tiene una
proyección eclesial. Si en vida defendió a María y protegió a Jesús, desde el
cielo seguirá defendiendo a todos los «cristos» y protegiendo a la Iglesia. Es
nuestro gran patriarca. En el concilio Vaticano I el beato Pío IX le nombró
Patrono de la Iglesia. Y el beato Juan XXIII, ante el Vaticano II, puso el
Concilio bajo su amparo y le nombró Protector.
Y su protección más mimada es la de
todos los desamparados, huérfanos y dolientes, También de todos los padres.
Sabemos también que es Patrono de la Buena Muerte, pues ninguna mejor que la
suya, que murió en brazos de Jesús y María. Una protección muy especial sobre
los seminaristas, que aprendan a ser Jesús.
PERFIL SACERDOTAL
Un sacerdote ha de tener ojos grandes,
que sepa ver con mirada comprensiva y compasiva.
Ha de tener oídos abiertos,
para escuchar palabras,
para escuchar gemidos, para captar anhelos.
Sus pies ligeros,
para acudir prontamente a la llamada.
Que sepa acercarse y sepa estar,
no solo físicamente, sino con ternura y empatía.
Sus manos serviciales y cariñosas,
como las del buen samaritano.
Y su corazón grande, entrañable,
para meter en él los problemas del amigo,
del vecino, de todos los hermanos.
Sobre todo, sea hombre de fe,
que se sienta enviado de Cristo
y de la comunidad parroquial,
que haga de su tarea un ministerio,
que su presencia misma sea una buena noticia,
y que descubra en todos los encuentros las huellas de Dios.
que sepa ver con mirada comprensiva y compasiva.
Ha de tener oídos abiertos,
para escuchar palabras,
para escuchar gemidos, para captar anhelos.
Sus pies ligeros,
para acudir prontamente a la llamada.
Que sepa acercarse y sepa estar,
no solo físicamente, sino con ternura y empatía.
Sus manos serviciales y cariñosas,
como las del buen samaritano.
Y su corazón grande, entrañable,
para meter en él los problemas del amigo,
del vecino, de todos los hermanos.
Sobre todo, sea hombre de fe,
que se sienta enviado de Cristo
y de la comunidad parroquial,
que haga de su tarea un ministerio,
que su presencia misma sea una buena noticia,
y que descubra en todos los encuentros las huellas de Dios.
• Manos: no
limpias, sino gastadas de tanto servir; quizá quemadas, de tanta gracia
ardiente que pasó por ella.
• Ojos: grandes y limpios; para descubrir a los
alejados, por todas partes, y las huellas de Dios por doquier.
• Labios: rojos, por tanta sangre en que se han
bañado; quemados, por el fuego de la palabra; sensibles, por tantos besos y
ternura.
• Pies: gastados, muy gastados, de tanto andar en
busca de ovejas perdidas. No le faltarán rasguños y callos.
• Corazón: grande, para que todos quepan; sensible,
para la compasión renovada; ardiente, por el fuego del Espíritu que en él
habita; limpio, bien purificado.
R.P.R.
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