Todos somos conscientes de lo que está pasando y de la
responsabilidad a la que estamos llamados. Lejos de caer en el alarmismo que
algunos provocan, se nos pide transmitir tranquilidad y ayudar entre todos a
transformar la preocupación social en actitudes de solidaridad, sobre todo a la
hora de adoptar medidas necesarias para vencer el mal que nos acosa. El reto es
muy fuerte porque afecta a toda la población y nos incluye a todos sin
distinción. Cuando hago este escrito, la epidemia del coronavirus está
controlada pero también en crecimiento, ya que van apareciendo nuevos casos.
Por eso decía que se nos pide a todos la máxima responsabilidad y poner en
acción todos los mensajes de prevención que se nos indican y que ya conocemos
bien. Es una apelación a la sensatez, a la prudencia, al esfuerzo colectivo y
al sentido común.
Durante este tiempo me he preguntado « ¿Qué nos quiere decir Dios
en estos momentos?». Veo que nos llama a la contención del mal en cuanto vemos
que se está extendiendo. Este sigue siendo un momento de control y de atención
a las medidas anunciadas por cada circunstancia y lugar. Cuando se da el caso
de una transmisión generalizada, se debe actuar con contundencia y no tener
miedo de radicalizar incluso las medidas. Hoy tenemos que ir más allá de buscar
el bien individual. Un bien colectivo pide mucho más y conseguirlo nos implica
a todos. Es con esta visión social que debemos contemplar los graves problemas
del mundo, especialmente la violencia y el hambre, que son los que originan más
víctimas.
En relación a la epidemia que ahora nos afecta, el toque de
atención va más allá de unas semanas o unos meses. No sabemos cuánto tiempo
puede durar. Por ello, no podemos bajar la guardia, tenemos que estar muy
atentos y responder de forma individual y colectiva a todas las indicaciones
que nos vendan de las autoridades sanitarias, políticas y ciudadanas. En cuanto
a nuestras Iglesias ya hemos dado las indicaciones oportunas: Son medidas con
las que queremos detener el avance del contagio. Los cristianos vivimos la
cuarentena de la preparación pascual y, en ella, un tiempo de especial
sobriedad que nos ayuda a entender más la fragilidad de nuestra condición
humana. Necesitamos sacar fuerza en medio de tanta debilidad, generar confianza
y colaborar con la globalización del bien. En este sentido, no debemos olvidar
que entre nosotros y en el mundo también hay otros problemas que aún quizás son
más graves, como es el «virus» del hambre que mata cada día a 5.800 niños… ¡y
la vacuna existe! Se llama «comida». Como muchos otros, ¡también este es un
toque de atención!
Mons. Sebastià Taltavull
Obispo de Mallorca
No hay comentarios:
Publicar un comentario