Corazones pequeñitos bajo las aguas del mundo que hoy son luz de Dios. Jesús amaba tanto a los niños...
Habéis llegado al
paraíso, al más alto nivel de amor que nunca conocisteis. Angelotes de Murillo
bailando al son de canciones de cuna mientras que manos infantiles mecen con
alegría almitas balbuceantes.
Hoy miráis desde
arriba ese mar Atlántico, inmenso azul como el cielo que os cobija. Solo fue un
dormir para despertar en la guardería de Dios. No os dejaron vivir la vida de
la tierra pero no os preocupéis, disfrutáis de la santidad de los niños
celestiales.
Vuestros Padres del
cielo os harán soñar, reír y vivir eternamente la felicidad que os quitaron. Corazones
blancos que no se mancharán jamás; ya habéis llegado al lugar de nuestros
sueños ¿Qué más podría daros Dios?
Amados ángeles
chiquitos, enviadnos vuestra ayuda a los que aún estamos aquí porque sois lo
más grande del cielo. No sé si lleváis túnicas o faldones con puntillas pero no
importa, las sedas que os han puesto son las mejores, y ¡tened cuidado!, no
tropecéis con vuestros vestidos y volad separados como las golondrinas de la
tierra...
Qué los ecos de
nuestra pena se conviertan en nanas de consuelo y sean para vosotras junto al
amor de vuestra madre, el arrullo de vuestra eterna niñez.
Dos besos envueltos
en nubes de lágrimas y perdón os llegarán desde el mundo; esperad y veréis cuantas
almas os quisieron.
Vuestra “hermana mayor”.
In memoriam Olivia y Anna. 10 junio 2021
Emma
Díez Lobo
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