En los conflictos con Urgel y Huesca, san Ramón consiguió por la vía jurídica el reconocimiento de sus derechos por el Papa, aunque la obediencia de los obispos contrincantes brilló por su ausencia. Tras su salida forzosa de Barbastro –según la tradición se despidió de la ciudad desde el montículo en que está construida actualmente su ermita, erigida por el obispo Miguel de Cercito–, se fue a Roda donde residió un año con la esperanza de recuperar Barbastro. El Papa Pascual II ordenó la devolución inmediata de Barbastro a san Ramón, denunciando a Esteban y al rey pero murió el Papa sin haber sido escuchado; el Papa Calixto II, no tuvo más suerte pese a haber excomulgado al prelado oscense. Tras la muerte de san Ramón se restituyeron los bienes personales pero no los territoriales.
Fue
nombrado canónigo del cabildo de Zaragoza y a partir de ese momento la relación
entre los cabildos de Zaragoza y Roda será estrecha.
Se
reconcilió con el rey Alfonso y le acompañó en sus campañas por el sur –para
entre otras cosas ofrecer apoyo moral con su oración tanto al rey como a sus
tropas–, a la vuelta de una de ellas, la de Almería, murió en Huesca, en el
monasterio de san Pedro el Viejo, en 1126 y los canónigos de Roda trasladaron
su cuerpo a la catedral de la Sede ribagorzana. En un primer momento fue
colocado en tierra; en 1143, el obispo Gaufrido lo trasladó a un túmulo de
mármol. En 1170, en presencia del rey Alfonso II –hijo de Petronila– los restos
son trasladados al magnífico sarcófago de la segunda mitad del siglo XII. No
sería este el destino final del santo puesto que en numerosas ocasiones sus
restos fueron trasladados, al menos a dos urnas distintas y finalmente, en
1990, volvieron a reposar en dicho sarcófago.
Muchos
son los milagros que obró tras su muerte. Su fama de santidad creció
rápidamente y en 1134 ya era tenido y venerado por santo en la Diócesis de
Roda-Barbastro. Fue Miguel de Cercito, natural de Ejea de los Caballeros,
segundo obispo de Barbastro tras la restauración de la sede en 1571 quién promovió
el culto al Santo en Barbastro y toda la Diócesis, consiguió el permiso de los
canónigos de Roda, gracias a la ayuda del rey Felipe II y previa autorización
pontificia, se trasladaron parte de las reliquias del santo a Barbastro –dicho
traslado de las reliquias se narra escultóricamente en el retablo de san Ramón
de la catedral de Barbastro– y lo elevó a patrón de la Diócesis y de la ciudad
de Barbastro.
Orgullosos
podemos estar todos los hijos del Alto Aragón oriental de pertenecer a esta
Diócesis misionera y martirial, cuna de tantos santos y fundadores y de tan
insignes pastores. Pidámosle que, por su intercesión, el Señor le conceda al
segundo pastor de esta Iglesia las vocaciones sacerdotales que necesite en esta
nueva era.
Con mi
afecto y bendición,
+ Ángel
Pérez Pueyo
Obispo de
Barbastro-Monzón
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