Esta es una de las letanías del rosario más querida de nuestro pueblo, de nuestras gentes. Llamar a la Virgen causa de nuestra alegría es una jaculatoria hermosa y un piropo de lo más bonito que se puede decir a una madre. Últimamente me viene llamando la atención que el Papa Francisco, a propósito de la pandemia, haga referencia a las bodas de Caná, para pedirle a la Virgen que al igual que en aquel momento consiguió de su Hijo Jesús que volviera la alegría y la fiesta a aquella familia, hoy también vuelva a nosotros esa misma alegría y esa misma fiesta.
María es
la causa de nuestra alegría porque ella llevó en su seno, durante nueve meses,
al mismo Dios que se hizo hombre verdadero. Y también llevó la alegría y la
fiesta a Isabel en la Visitación, cuando el niño Juan dio saltos de alegría en
el seno de su madre por la presencia del Niño Dios. De un modo u otro, todos
nuestros pueblos al celebrar las fiestas patronales – y María es la ocasión de
muchas de ellas – también quieren volver a “la alegría y a la fiesta” que el
año pasado apenas pudimos disfrutar. Seguimos con restricciones para los actos
multitudinarios pero las celebraciones litúrgicas en honor a Jesucristo, a la
Virgen y a los Santos son para los cristianos los momentos fundamentales de la
fiesta.
Qué
escena tan entrañable, cuando el Papa San Juan Pablo II, al concluir su
estancia tan provechosa en España en noviembre de 1982, y al despedirse en el
avión que desde Santiago lo devolvería a Roma, dijo aquello tan bonito y tan
decisivo que nos conmovió a todos: “¡Hasta siempre, España, hasta siempre,
tierra de María!”.
Es cierto
que Andalucía pasa por ser la “tierra de María Santísima”, pero el resto de las
regiones de España no se quedan atrás. Y desde luego la tierra soriana brilla
por su amor a María. Buena muestra de ello es el Año Jubilar mariano concedido
por el Papa Francisco con motivo del 75 aniversario de la Coronación canónica
de la Virgen de los Milagros de la Villa de Ágreda y Tierra (el 7 de junio de
1947) y del 25 aniversario de la Coronación de la Virgen de Inodejo de Las
Fraguas (14 de septiembre de 1997). Este Año Santo se extenderá desde el 5 de
junio de 2021 hasta el 11 de septiembre de 2022, con la esperanza de que
renovemos nuestra vida cristiana meditando con frecuencia y profundidad la
Palabra de Dios, celebremos los sacramentos de la Eucaristía y del Perdón y
demos frutos de buenas obras como signo de conversión del corazón.
Hoy
quiero invitar a las familias a que viváis en casa el cariño a la Virgen bajo
la advocación que más os llegue al corazón. El caso es que María os haga llegar
a todos – esposos, abuelos, hijos – la ternura del amor manifestado por la
Virgen y su disposición a hacer en todo momento la voluntad de Dios. Hay dos
manifestaciones de piedad mariana que son el Rosario y el Ángelus. ¡Enseñad a
vuestros hijos a tratar a la Virgen rezando el rosario! El Papa Francisco
durante todo este mes de mayo lo ha hecho trasladándose de manera virtual a los
principales santuarios marianos del mundo. Y lo ha hecho pidiendo al Señor que
por intercesión de María, “salud de los enfermos”, pase ya de una vez este mal
tan detestable como es la Covid-19. Y San Juan Pablo II, en la Carta Apostólica
Rosarium Virginis Mariae, escrita en el marco del Año dedicado al Rosario
(2002-2003) animaba encarecidamente al rezo de esta oración porque “El rosario,
en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada
en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad
de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la
oración de María, su perenne Magníficat por la obra de la Encarnación redentora
en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar
la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor”.
No quiero
dejar de recordar la figura tan nuestra como fue santo Domingo de Guzmán,
patrono secundario de la Diócesis cuyo 800 aniversario de su muerte estamos
celebrando. Con qué fervor y emoción hemos cantado de niños esa canción tan
simpática: “Viva María, viva el rosario; viva santo Domingo que lo ha fundado”.
El objetivo de recordar a Santo Domingo de Guzmán es dar a conocer su figura e
incrementar la devoción a nuestra Madre la Virgen. No te importe si a menudo
crees que a María le repites siempre lo mismo. ¿No hacemos esto – repetir
siempre lo mismo – los hijos para con nuestra madre de la tierra? ¿No repiten
siempre lo mismo las madres cuando piden algo a sus hijos?
María es
Madre de la Iglesia. En lo más alto de los edificios del Vaticano, dando a la
Plaza de San Pedro, hay un icono de la Virgen María, Madre de la Iglesia.
Encomiéndate a ella, pon muchas ilusiones en su regazo, y pídele con el
Avemaría, a Ella bienaventurada entre todas las mujeres, que “ruegue por
nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.
Con mi
bendición y mi afecto,
✠ Abilio Martínez Varea
Obispo de
Osma-Soria
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