Los
discípulos de Jesús crecemos como tales, no por las palabras de los hombres
sino por la Fuerza de su Santo Evangelio. Nuestras palabras, recomendaciones,
consejos, etc.… aun siendo recomendables se muestran ineficaces ante el poder
seductor del pecado, como dice San Pablo (Rm 7, 14). No es que los consejos,
avisos, etc... estén de más, la cuestión es que sólo podemos hacer frente a la
astucia demoledora de Satanás con la "Fuerza de Dios", que se yergue
majestuosa en el Santo Evangelio como dice Pablo (Rm 1, 16).
El
Apóstol no expone una teoría, él mismo confiesa que la ley le dejó tirado,
vendido ante el poder del pecado como vimos antes. Hasta tal punto es así que
los fariseos en su necedad no se percataban de las cloacas inmundas que
inundaban su corazón: odios, rencores, murmuraciones, soberbia…
Seguimos
con Pablo y oímos su testimonio acerca de la Fuerza Operante de la Palabra en
el corazón de quienes le escuchaban: "… no cesamos de dar gracias a Dios,
porque al recibir su Palabra, la acogisteis no como palabra de hombre sino como
Palabra de Dios que *permanece operante en vosotros*" (1Tes 2, 13).
P.
Antonio Pavía
https://comunidadmariama.blogspot.com/
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